jueves, 31 de diciembre de 2009

La última del año

SONETO MÍO

Anhelante arquitecto de colmena,
voy labrando celdilla tras celdilla

y las voy amueblando de amarilla

miel y de cera virgen y morena.


Miel, flor de flores, que unge y envenena
de alada dulcedumbre nuestra arcilla
y cera, que es espíritu, que brilla
y en figura de fuego se enajena.

Abejas, abrasad la fortaleza.
Lenguas de oro exalten su corteza
y transverberen su volumen puro.

Vive, soneto mío, altiva llama:
canta para el que sueña y el que ama,
sin consumirte ardiendo hacia el futuro.

(Gerardo Diego)

***

Con mis mejores deseos para todos en el año entrante.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Feliz Navidad (la conexión china)

No esperen que les felicite ningún solsticio. Se empieza felicitando el solsticio y se acaba uno comprando discos de Kítaro, o barritas de incienso en las tiendas de chinos, o prohibiendo a sus semejantes que fumen en los bares. En dos palabras, nos volvemos esquemáticos y horteras. Desde que el mundo es mundo, nadie ha celebrado los solsticios, pero sí las victorias y las hazañas de los dioses y los hombres, como quería aquel gran gentleman llamado Horacio. Reducir todo eso a una serie de rutinas astronómicas es querer privarnos de nuestra agradable propensión al mito. Nadie ha felicitado nunca los solsticios, que es como desear una feliz órbita terrestre, un magnífico perihelio, un estupendo cuarto menguante de la luna o una próspera aproximación de Marte a nuestro planeta. Esos fenómenos no son ni felices ni desgraciados. Sencillamente suceden, como dos y dos son cuatro y las Pléyades se hunden en la copla de Safo. Nadie dilapida la paga extra del solsticio, ni fracasa, un año más, en la lotería del solsticio. En cambio,los chinos, que pretenden dominar el mundo con sus tiendas de todo a un euro, lo llenan todo de lucecitas de colores, de figuritas de belén, y nos desean, sonrientes y celosos de su milenaria caja registradora, una feliz Navidad. La mayoría manda, mis estimados. Los chinos son más. Hagamos como los chinos, a quienes el solsticio les importa un carajo.

Feliz Navidad.

(Y no se olviden de migrar a Linux en el 2010)

lunes, 14 de diciembre de 2009

Apunte

Empecé a escribir poesía en los últimos años de la carrera. Yo estaba enamorado y sufría muchísimo, por lo cual consideré de repente un tremendo acto de justicia conmigo mismo y con el mundo componer sonetos, una experiencia nueva para mí. Desde entonces, ya pasado el apuro, y no sé por qué rara fatalidad, he sido incapaz de abandonar el poema (soneto o no soneto) que se va escribiendo de vez en cuando, incluso con severas interrupciones, como aquellos dos años de feliz nada: ese lugar que algunos llaman "silencio", aunque no recuerde haber estado callado en ningún momento. Después de muchas escaramuzas de huida a lo Rimbaud, pero con trampa o traca final, supongo que soy técnicamente lo que se dice un poeta. Incómodo adjetivo que me llena de dudas y zozobras. Veamos. ¿Ser poeta es un oficio? ¿Es un estado alterado de conciencia? Y alguien que se halle en tal estado, ¿toma la sopa, escucha música, fornica o insulta de distinta forma, más sublime, que el resto de sus semejantes? Con el tiempo uno ha aprendido a juntar y apacentar un humilde rebaño de certezas más o menos descarriadas. Es decir, que sé (o creo saber) algunas cosas, no demasiado importantes, pero que me ayudan a sumar más de una noche sin insomnio. Sé que entre poema y poema el llamado poeta se diluye y se dispersa en mundo e ignorancia. Sé que no hay mortificación más ridícula e inútil que esperar que cualquier cosa que uno vive, lee, piensa o sueña tarde o temprano tenga la obligación de ser un poema. Sé que no hay puerta cerrada ni camino prohibido para entrar en él por mera ilusión y capricho, asumida la elección, se pongan como se pongan los puritanos de cualquier bando. ¿Experimentar? Pues sí, caballeros: experimentemos. Porque siempre buscaremos la infantil novedad; y si llegara un tiempo en que todo nos parezca igual a lo anterior, cuando los días se copien y se plagien uno tras otro, estaremos entonces acabados. Buscaremos la poesía siempre mudable y siempre una, poesía sin prefijos ni sufijos. Y sé también que, aun tras mucho buscar, siempre llegaré tarde a mis poemas, y que no tengo ni remota idea de lo que quieren decir. Es más, sospecho que un poema, si quisiera decir algo, si se erigiera en algún artefacto de comunicación, habría fracasado.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Otro poema de José Vicente Sala

En mi anterior arrasada bitácora se me había perdido este hermoso poema de mi amigo José Vicente Sala, perteneciente a su primerizo libro Diario de retorno. La música de fondo es de los suecos Garmarna, con la inquietante voz de Emma Härdelin.

***

SEGUNDO OLEAJE

Mucho tiempo después
llegaron hordas nuevas,
desnudos, transparentes en su dicha.
Y comían el polvo
como un manjar divino.

Llevaban en sus manos
los sabores de Europa
y callaban sabiendo
el porqué de la lluvia.

Será que el desarraigo no conjuga esos verbos
que, desde el paladar,
dominan nuestras ingles,
territorio de sal para las bocas tibias.

Será que sí es dolor
lo que se nombra apenas.

Y en poblados ajenos
treparon por los muros,
asaltaron las casas,
gozaron con doncellas
de cinturas ausentes
y escribieron con sangre:
la esperanza se pudre ya de lejos

(Diario de retorno)

viernes, 4 de diciembre de 2009

Aún quedan en el mundo aventureros (orgullo de primo)


En primer plano, el teniente coronel José Chaín, primo de un servidor, en la cima de la Pirámide de Carstensz, tras culminar el proyecto Siete Cimas y pasearse por todos los techos del mundo. ¡Homérico!

(foto: Ministerio de Defensa).

Aquí, con algo de retraso, la noticia en La voz de Galicia:

http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2009/10/31/0003_8074862.htm