domingo, 20 de noviembre de 2011

I

Denique sit quod uis, simplex dumtaxat et unum! ("¡Sea, en fin, lo que quieras, pero al menos que sea simple y uno!"), escribió Horacio en su poética (Epístola a los Pisones), y asombra comprobar cómo este verso sigue respirando a través del tiempo y el caprichoso trajín de las estéticas, a salvo incluso de la naftalina clasicista. Sí, haz lo que quieras: sé extenso o breve, cóncavo o convexo, sólido o líquido, simétrico o asimétrico, pero quiere que el poema siempre sea tenido por uno. Lo que se ama sólo puede ser singular, y ni siquiera la suma dócil de las partes logra contentar a un amante que se precie de serlo. Tal vez algún día venga el desamor o la filología a ejecutar el bajo rito de lo múltiple. Pero si te mantienes firme en tu mirada clara, no te dejarás impresionar por el trucado, rencoroso serrucho del ilusionista.