miércoles, 30 de diciembre de 2015

Más ecos de Cavafis



Para ir despidiendo el año. Mi agradecimiento al crítico y escritor Juan Ángel Juristo, que incluye nuestra Poesía completa de Cavafis (Pre-Textos) entre los diez mejores libros de ficción del 2015. Un buen homenaje a un poeta tan fronterizo como el alejandrino. Aquí el enlace:

http://www.cuartopoder.es/detrasdelsol/los-mejores-libros-de-ficcion-de-2015/7269

También ilusiona encontrar el libro entre los títulos de poesía destacados del 2015 en esta crónica que firma para el ABC Cultural Álvaro de la Rica Aranguren, junto a títulos tan esenciales como "Que concierne" de Julieta Valero o "Los allanadores" de Carlos Pardo:

http://www.abc.es/cultura/cultural/abci-versos-paso-adelante-201512182001_noticia.html


miércoles, 23 de diciembre de 2015

sábado, 19 de diciembre de 2015

Asomarse

Asomarse al poema como quien se asoma al agua antigua de un pozo, donde nuestro rostro nos mira con una adivinanza.

viernes, 18 de diciembre de 2015

La Poesía completa de Cavafis entre las recomendaciones navideñas de "Encuentros de lecturas"

Mi gracias, de nuevo, a Santos Domínguez Ramos. Un honor.

http://encuentrosconlasletras.blogspot.com.es/2015/12/navidades-de-libro-poesia.html?spref=fb

Lo de menos era la Fuerza




Igual me toca desdecirme en unos días, pero entre esta fiebre de precuelas, secuelas y universos expandidos, sigo siendo fiel a la trilogía "original". No quiero que me expandan más ese universo. Allí me enamoré de la princesa Leia. Pensaba que era el único y atesoraba sus cromos en secreto. Pero no, ninguno lo confesábamos, cobardes, y tal vez por eso sus cromos eran dificilísimos de encontrar. Pienso en mi generación de chiflados, con un pie en la infancia y otro en una galaxia muy lejana, y me viene muy oportuno un hermoso verso de Julieta Valero: "todos teníamos que amarte, pero sólo yo permanecí".

martes, 15 de diciembre de 2015

Un poema de Jordi Doce

LLAMADA

¿Quién llama en el silencio de la tarde?
¿Son las horas, tal vez, al resbalar
sobre tu cuerpo como el agua,
como el agua que anhelas y te anhela
bajo el oscuro nudo de la luz?
¿O es acaso esa luz, que se debate
en el aire inflamado,
en el aire sin pulso ni reflejo que humea?
No, te equivocas.
Es tu cuerpo, el latido de tu cuerpo,
tan cerca de su centro
que la vida lo ofusca,
como el arco y la diana
son uno y se confunden
tras la mano de sangre, tras el golpe de sangre
con que el asombro se dispara:
esplendor del suceso
                                           que eres a cada instante.


Jordi Doce, Nada se pierde. Poemas escogidos. Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2015



domingo, 13 de diciembre de 2015

La Poesía completa de Cavafis en La estación azul de RNE

La Poesía completa de Cavafis (Pre-Textos) recomendada en "La estación azul" de RNE por Jesús Marchamalo. Y un bonus track que me ha encantado: el poema "Tumba de Lisias el gramático" leído en la preciosa voz (yo diría que hasta intemporal) de Javier Lostalé. Minuto 41:50, más o menos. ¡Mil gracias!

http://www.rtve.es/alacarta/audios/la-estacion-azul/estacion-azul-lecturas-para-regalar-13-12-15/3403662/

viernes, 11 de diciembre de 2015

El extraño caso de Gerardo y Diego



Asumir la ficción filológica del poeta implica el sostenimiento de una serie de creencias o supersticiones. Como pensar, por ejemplo, que cada poeta debe escribir los versos que se espera que escriba. Se le pide al poeta la sencillez del héroe, la representación en su drama de un papel elemental. Afortunadamente, pájaros tan libertarios como Gerardo Diego nos vienen a librar de estos vallados comunales donde el pueblo sueña o ensueña de la mano con el crítico erudito.

En efecto, cabría sospechar que un poeta que escribe estos versos:

Y crímenes de amor de inmenso amor
de sexo a sexo sangran generosamente
y manos multiplicadas manos rojas de asesinos
enjugan su delito
sobre las tapias que de pudor cierran los ojos

corre peligro de levantarle el saludo a quien escribe estos otros:

Regresa el pájaro a la jaula
abierta —se entiende— y teórica.
Y es grato renovar el aula
polvorienta de la retórica.

Lo que parece extraordinario es que ambos poetas cohabiten en el mismo cuerpo y firmen sus poemas con idéntico nombre.

Debemos exigirle petrarquismo a Petrarca, que Garcilaso sea inagotablemente Garcilaso, que nadie como Quevedo pueda ser Quevedo, o que Rubén Darío se erija en un incontestable compendio de sí mismo. Hubo filólogos alejandrinos que no le perdonaron a Homero una traición como la Odisea. Otros, empeñaron su vida por que la poesía de Safo fuera más sáfica que la propia Safo. En cambio, Gerardo Diego camina tranquilamente entre la tensión y la desconfianza de las trincheras con la sola defensa de su obra, una de las más poliédricas y brillantes de la poesía del siglo XX, y acaso fundamental para reencontrar o repensar la del XXI.

El cántabro fue un fervoroso defensor de la libertad creadora como un absoluto. «Hacemos lo que nos da la gana, y la gana es sagrada». La gana de volar lejos, de ensayar un saludable naufragio o de abrir caminos nunca transitados con el placer niño de quien pisa la nieve virgen, pero también la gana de volver a edificar un soneto (sí, un soneto más), un romance o unas liras. Porque ir contra corriente o dejarse llevar por el río de la tradición, cuando apetece, son dos enardecidos actos de voluntad. Siempre supo moverse por esos arrabales de entresueño donde la poesía encuentra su fe más que su ciencia. No fue nunca en pos de modas ni se dejó seducir por su propio, casi siempre brillante, preciso y sincero deambular teórico. Nunca supo encajar bien, por más que lo pudiera intentar, en el coro de ninguna escuela o secta poética.

La ficción filológica del poeta nos dicta que la poesía es una suerte de carrera, un ascender de méritos y de grados, una evolución lineal hacia el propio nombre del poeta, hacia la cima de su propia voz. Pero Gerardo Diego nos demuestra (o al menos así me lo parece) que la poesía es más bien algo que sucede de vez en cuando, que contrasta apasionados tumultos con silencios repentinos, un amor firme pero contradictorio que camina, vacila, quiebra y vuelve sobre sus pasos una y otra vez. La poesía es el laberinto, Teseo, el Minotauro y Ariadna, todo a un tiempo. No es un oficio sino algo fatal. Y no se ejecuta en otro taller que no sea la muerte.

La poesía puede adoptar mil formas en una sola época y en un solo poeta. Pero a Gerardo Diego no le hizo falta recurrir al heterónimo. Porque la voz de un poeta no es una estatua inmóvil en su gesto sino un interminable, cambiante, reversible tejido de ecos. Con igual hospitalidad e indulgencia acoge al autor adolescente, tardomodernista y algo cursi del Romancero de la novia, al deslumbrante (y muy consciente) forjador de imágenes de Manual de espumas, al exaltado sonetista de Alondra de verdad, al no menos exaltado, románico y romántico arquitecto de Ángeles de Compostela, al funambulista que reivindica a Góngora para mantener a salvo a Lope, al retratista, al legitimador de la poesía de circunstancia, al inquietante músico de Biografía incompleta y al teórico de la poesía que intenta poner algo de orden entre todos y entre sí mismo. Firmó sin miedo y con honestidad cada poema porque la firma, al cabo, es irrelevante y el poeta (no lo olvidemos) es una ficción.



[de Sucede en la voz de otros, Isla de Siltolá, 2015]

domingo, 6 de diciembre de 2015

Un poema de "Cantigas y cárceles"

JUGUETE

¿Quién deshoja las tímidas alcobas,
la bandera del cielo de la infancia?
Rito lustral, estela de ignorancia,
¿en qué jardín o frente acechas, robas

con tu inferior escrúpulo de escobas
la luz vencida, el aire, la sustancia?
¿Por cuál rincón perdido de la estancia
gira un ángel de burlas y de trovas?

¿En qué cabal tesoro, fiel custodia,
duele la angina, el cuidadoso beso,
mi juguete estrellado al fin del día?

Desmontas el recuerdo a su prosodia
plana y perfecta, y sólo dejas eso:
el artefacto y la melancolía.

De Cantigas y cárceles, Isla de Siltolá, 2011



martes, 1 de diciembre de 2015

Esa serpiente

No veo la poesía como un género, ni como prosa o verso, sino como esa serpiente --difícil, escurridiza-- que vive entre géneros y vallados.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Lo animal

La poesía nos une con lo animal. Es la garganta, el cuerpo y la sangre. El idioma antes que el lenguaje. La voz antes que el logos.

lunes, 23 de noviembre de 2015

La novia cíclica

La novia ha despertado de su largo sueño
en su alcoba casi transparente de pura lejanía,
entre un escorzo de sombras y espejos turbios como leyendas;
y regresa una vez más, incesante tejedora,
a su labor no acabada de muchos inviernos,
a su perpetuo vestido blanco a medio hacer.

Ha despertado cuando un letargo enfermo de violeta lame las ventanas,
cuando las cigüeñas dejan a los campanarios solos con sus acertijos
y la frente devanada de cielos y suicidas;
cuando los grillos ya no sostienen el moroso engranaje de la espera;
y las alamedas,
que son la materia del viento y sus tirabuzones verdes,
entonan un coro distinto, grave, de anhelo y frío y tiempo.

La novia ha dormido un tibio sueño de gorriones
sobre su lecho de muñecas mutiladas,
bajo el desván de los dioses de hojalata
y una techumbre soñadora de intemperie.
Pero ahora ha despertado (otro año más)
para contar con su ábaco inequívoco la caída de otro ejército
en el claro confín del desconsuelo;
para doblar una vez más su espalda calma de planeta
mientras la espuma nupcial se despliega en sus rodillas.
Y atender su labor con ojos mansos,
con ojos del color de esas cancelas colectivas
que guardan la huella de tanta mano manchada de ponientes.

Porque ha llegado la hora de hilvanar con suave cuidado
las primeras constelaciones, tan delicadas, del invierno,
y de tejer con largo amor desvelado, con secreta ternura,
ese frío blancor que palpita inocencia
como el sobresalto del agua en el final de un pozo.

Cada hilo,
cada estambre que se alimenta con oscuridad y naftalina,
ha de encontrar otra vez el murmullo de su cauce,
a tientas, lentamente, y reinventar sus márgenes
al modo del río que se lleva la historia desfallecida en su regazo,
los paisajes arruinados en su fuga y las miradas rotas
y las letras escondidas con prudencia en los dobladillos.
Cada hilo ha de reunir el fino lienzo de una tarde
que se desliza sin sentir hasta quedar en un susurro,
apenas un destello, un hálito de sal sobre los párpados.
Cada hilo se parece al mundo, que se deshace en las cunetas
con los rabos vencidos de todos los gatos muertos.

Porque la novia, otro año más, está tejiendo para vosotros
su largo invierno en vela, vuestra historia,
o la blanca mortaja de las promesas que apacientan al olvido.
Más allá de la novia
las luces van muriendo, una a una, en las ventanas,
y una calle se tiende como una palma abierta al cielo y despoblada,
y las plegarias se amontonan en pilas de comienzos
sobre las flores podridas de los pretendientes.

(De Tránsito, DVD Ediciones 2011)

Presentación de la Poesía completa de Cavafis en la UAM

El próximo 2 de diciembre, a las 12:30, presentación / mesa redonda de la Poesía completa de Cavafis (Pre-Textos), organizada por el Departamento de Filología Clásica de la Universidad Autónoma de Madrid Tenéis todos los datos en este precioso vídeo que ha realizado el propio departamento. Qué puedo decir: un placer y un honor volver a la UAM, que siempre será la casa de uno, con un lujo de compañía.


sábado, 21 de noviembre de 2015

La Poesía completa de Cavafis (Pre-Textos) en "Las personas del verbo"

Por si os apetece escucharla algún rato, ya está colgado el audio de la agradable charla que tuvimos el pasado domingo (un servidor y su incipiente constipado) sobre Cavafis con José Antonio Martínez Muñoz, en su excelente programa "Las personas del verbo", en Onda Regional de Murcia.

Aquí el enlace: http://www.orm.es/servlet/rtrm.servlets.ServletLink2?METHOD=DETALLEALACARTA&sit=c%2C5&serv=BlogPortal2&idCarta=21&mOd=34361&autostart=RADIO

Crisantemos (María Polydouri)

CRISANTEMOS


¡Pálido púrpura! La lágrima se ha vuelto
una mágica gema en vuestra vestidura.
Qué importa que llevéis como corona regia
vuestra belleza en el oscuro invierno.

El beso del rubio sol, aunque fugaz
juegue por vuestra cabellera rubia de oro,
no será una esperanza, ni será un dulce sueño:
tan sólo sentiréis más fría vuestra nieve.

¡Pálido púrpura! Y el viento del norte
que os entona el «Hosanna» con todas las flores,
arranca vuestros pétalos antes de que se marchiten.

Y todas las alhajas que la escarcha humildemente deja,
y todos los exaltados cánticos de la tormenta,
en vuestro árido corazón florecen como lágrimas...


lunes, 16 de noviembre de 2015

Presentación de la Poesía completa de Cavafis en Madrid

Este jueves presentamos la Poesía completa de Cavafis (Pre-Textos), en compañía de Luis Antonio de Villena, en la librería Rafael Alberti (C. Tutor 57, Madrid), a las 19:30.

Intentaremos unir Madrid y Alejandría. Estáis todos invitados.

http://www.pre-textos.com/escaparate/product_info.php?cPath=40&products_id=1606

http://www.libreriaalberti.com/libros/encuentros/c-p-cavafis-poesia-completa-pre-textos/694/



domingo, 15 de noviembre de 2015

El jazz de la poesía

El verso libre (el llamado "libre" por oposición a una supuesta preceptiva de gabinete) es el jazz de la poesía. Viene a recordarnos que cualquier verso, los hexámetros de Homero, los endecasílabos de Dante, la cristalería de Góngora, también son libres, únicos, irrepetibles: todos, entre sus límites de silencio, pasan y viven un instante, como la jornada de la mariposa.


jueves, 12 de noviembre de 2015

La Ítaca de Vicente



A su preciosa colección de libros ilustrados, la editorial Nórdica ha sumado recientemente esta Ítaca, donde navegan a la par, y en feliz singladura, la versión que hace Vicente Fernández González del célebre poema cavafiano y las ilustraciones de Federico Delicado. Versos e imágenes se dispersan en las páginas como un archipiélago: islas que entablan tertulia entre ellas mismas y con el lector que las recorre. La luz de este otoño inusitadamente soleado en el viejo Guadarrama, tan lejos del mar, viene a poner la justa sal en el viaje. ¿Y qué es la mal llamada "traducción" de poesía sino recuperar la luz del momento, el fotograma siempre personal y propio del poema leído antes que pretender emularlo como un falaz absoluto? A salvo de tales cíclopes y lestrigones, Vicente sabe mantener el equilibrio entre las corrientes de la tradición y los vientos nuevos que él elige, y la fidelidad de su Ítaca, como en todo buen poema, emana de su voz, su incesante lectura y su emoción.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Exacta

Una de las muchas magias de la poesía, y de las que más me asombran, es la notable resistencia del poema a asimilar los engranajes de nuestra memoria, ese teatrillo donde jugamos y nos desvivimos por reconstruir lo ya vivido. Tal vez porque el poema es pura memoria no sabe resignarse a ser una simple imagen mental, como la que podamos tener de fulanito o de menganita. Queremos recordar un poema y nos lo encontramos de pronto ya vivo (más bien re-vivo) en nuestra voz y en nuestro gesto. Y el poema entonces, o esos dos o tres versos que solicitábamos a nuestro recuerdo, son como la Amada exacta de don Pedro Salinas: "Tu recuerdo eres tú misma. / Ahora ya puedo olvidarte / porque estás aquí, a mi lado."

jueves, 5 de noviembre de 2015

Reseña de Álvaro Valverde de la "Poesía completa" de Cavafis

Álvaro Valverde firma en su blog una espléndida y generosa reseña de la "Poesía completa" de Cavafis, recientemente editada por Pre-Textos. Un lujo de lectura y un honor ¡Muchas gracias!

Aquí, el enlace: http://mayora.blogspot.com.es/2015/11/la-poesia-de-cavafis.html

lunes, 26 de octubre de 2015

Un poema de Nasos Vayenás (en versión de Vicente Fernández González)

IV


Ahora es noviembre y se teje ya la red
que ha de envolverte. No queda nada.
Algo de luz azul si acaso en tu cabello
que también se desvanece.

Es decir, la luna pronuncia de nuevo
las palabras sin sílabas que hacen
salir airoso al destino.
¿Qué elegir,

la noche o la idea de la noche?
(Empieza a llover con ganas).
¿El árbol o el bosque? ¿La raíz
o el fruto?


Nasos Vayenás, Odas bárbaras
Traducción de Vicente Fernández González. 
Capitel Poesía/Miguel Gomez Ediciones, 2014

viernes, 23 de octubre de 2015

La lucidez de JRJ

Una gramática no puede contener, ni sobre todo detener, una poesía, un idioma.

 *** 

 La gran poesía "difícil" comunica por soplo, imán, majia, fatalismo, como fue creada, y no por análisis metódico, su secreto profundo.

 Juan Ramón Jiménez

Cavafis, compartido también en el Facebook de Pre-Textos

NOVEDAD EDITORIAL"Poesía completa" de Constantino CavafisMás información:...

Posted by Pre-Textos on martes, 20 de octubre de 2015

jueves, 22 de octubre de 2015

jueves, 15 de octubre de 2015

Mi traducción de la poesía completa de Cavafis, en Pre-Textos



Acaba de salir en Pre-Textos mi traducción de la poesía completa de Cavafis. Estará muy pronto en la calle. Y todo un honor venir acompañado en este viaje por el epílogo de Vicente Fernández González (de quien, por cierto, recientemente Nórdica ha publicado su traducción del poema «Ítaca» de nuestro Alejandrino, con ilustraciones de Federico Delicado). El otoño se viene cavafiano.

jueves, 1 de octubre de 2015

Cuando...

Cuando terminamos de leer un poema, o concluye una música, o se nos marcha una calle, o dejamos atrás un rostro que se cruza al azar, es como si se acabara un poco el mundo.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Las muchachas de otoño

Las muchachas de otoño enhebran amarillos
con la mano segura que inculca la gaviota,
mientras el río marcha con nada en los bolsillos
más que el estaño pobre de una luna remota.

El río, arrebatada mudanza en recipiente
de implacable cristal o de delirio helado,
enseña a las muchachas de otoño un casto oriente
y sus cabellos largos los tiñe de pasado.

Oh, sus cabellos caen por la tarde morena
sobre el hombro leal de los violoncellos
para obrar la romanza que preludia la arena
y el rondó de aguamar que amarga los pañuelos.

Las muchachas de otoño llevan gafas de olvido
y en sus ojos el viento sedicioso bracea.
Sus besos son el musgo, golondrinas sin nido
sus caricias, y el rizo de una agónica tea.

Sus zapatos oscuros son el alma del roble
que pasa por el mundo y enaltece las calles.
Sus tobillos postulan la esperanza más noble
y caben tantas láminas en sus brumosos talles.

Las muchachas de otoño son las ventanas netas
que eternizan la lluvia en sueño y amaranto,
y en sus pechos las horas ceñidas con violetas
pisan las turbias uvas sobre el lagar del canto.

(De Cantigas y cárceles, Sevilla, Isla de Siltolá 2011)

sábado, 19 de septiembre de 2015

Otoño

La ropa de otoño nunca se sabe cuándo tocará sacarla del armario, hasta que uno encuentra que ya la lleva puesta.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Columpio

Como en el poema de Arquíloco de Paros, hay un péndulo que oscila sin parar entre la alegría extrema y la pena más desconsolada, tan fugaces ambas, tan esquemáticas y tan ficticias. Ahora estoy aquí, ahora estoy allí. Hay un péndulo que se parece también a un columpio en una tarde aburrida de verano en la niñez. Sus viejos metales siguen sonando, rítmicos, como una vieja ley humana. A ese pulso podemos llamarlo melancolía.


De Sucede en la voz de otros, Isla de Siltolá 2015

domingo, 6 de septiembre de 2015

Un soneto de Blas de Otero

La siempre denostada rima (imagino que por el abuso del ripio), nos devuelve como niños a la calidad acústica del idioma y de la poesía. Su peso, su densidad, su somatismo. Como las ramas que crujen con el aire, el mar que rompe o la lluvia en el tejado. Este soneto del gran Blas de Otero es un bálsamo. Con su insultante rima, el campanario de sus aliteraciones, su profunda alma percutida, nos cura de tanto endecasílabo sordo (que no blanco). Hay poemas que sólo pueden ser un soneto. Nunca estar en un soneto, como si se tratara del barco metido en la botella con más o menos pericia. Los poemas sólo pueden ser como son, y en esos límites asumidos, su latido de Tántalo entre dos orillas de silencio, encontraremos siempre la libertad.

***

...Tántalo en fugitiva fuente de oro
Quevedo

Cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.

Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro...

Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.

Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.

(Blas de Otero)

sábado, 5 de septiembre de 2015

Traducciones y traductores

La poesía de una época, un idioma, una generación que no incluya a las traducciones y a los traductores como una parte esencial quedará siempre incompleta. Aunque lo ponga en los anaqueles de las librerías y en los catálogos de las bibliotecas, las traducciones no son "literatura extranjera".

jueves, 3 de septiembre de 2015

Un poema de José Luis Gómez Toré

BAJO LOS ÁRBOLES


Como quien se ejercita
en otro modo de filtrar la luz,
caminamos así debajo de los árboles.

Renueva este pacto tan frágil,
di comenzar o álamo,
ejerce la piedad que se oculta en los nombres.

Es esta la frontera del verdor,
el tímido oleaje que despierta
cuando solo podemos soportar
un fragmento de cielo.

Saber que el horizonte es celosía.
Tan derramada luz.

Es difícil vivir a esta altura precisa
tan cerca de la tierra.


(José Luis Gómez Toré, Un corte que no sangra, Trea 2015)

martes, 1 de septiembre de 2015

Vuelta

Este texto se incluyó en Sucede en la voz de otros (Isla de Siltolá, 2015)

***

Es muy probable que ese personaje (o ese símbolo) que hoy llamamos Homero no creyera en los dioses. Pero encuentro llanamente imposible que fuera incapaz de admitir lo maravilloso que aguarda detrás de cada cosa. Una magia incesante e inagotable. Hay un don en la mirada para establecer una serie de convicciones: que el mar es vinoso, las naves negras; que la aurora tiene los dedos de rosa, que Aquiles los pies ligeros y que la noche sólo acontece en el mundo para ocultar todos los caminos, invitar al reposo y poblar las frentes de los hombres de una extraña esperanza llamada mañana.

Maravilla, magia... ¿Magia? Hemos pasado ya el Rubicón de las modernidades y las posmodernidades, y volvemos la mirada hacia esas viejas palabras con desconfianza. El tiempo parece la broma inoportuna de un payaso resentido; la historia siempre la escriben los mediocres y la vida se reduce a un estudiado cálculo de probabilidades, tan predecible como la canción del verano. Nos aguardan las últimas madrigueras del cinismo, y queda una mueca en la cara que no tiene en absoluto nada que ver con una pura, por efímera, carcajada.

¿Pudiera hablarse de cobardía? Incluso la cobardía es más humana. Sabemos entender al gran Héctor de Troya cuando puso pies en polvorosa ante Aquiles, en el momento más inoportuno. Intuiremos que después de un idealista no hay nada mejor que un materialista. Porque la verdadera podredumbre habita en la tibieza. Ese no estar ni en la noche ni en el día, permanecer siempre en la luz enferma que finge claridad y no alumbra, y que no sabe amanecer ni recomponer el mundo, o recomponernos. Homero sería incapaz de perpetrar tales desórdenes. No. Frente a la modorra o duermevela confortable de la tibieza, propongo la vigilia y el vértigo del asombro.

Reclamo el asombro por todo y ante todo, también ante la ira y el dolor. Ya saben ustedes que Borges prefería el asombro a la sorpresa. La sorpresa es tan fácil. A lo más requiere un poco de oficio. Rutinas de artesano. Sí, es demasiado cómodo sabotear los frenos del coche de nuestro vecino. Pero qué gran idea sería regalarle a nuestro vecino un columpio, o columpiarnos con él. Porque el asombro siempre busca compartirse. Porque el asombro siempre se sustenta en la fe. Y ambos, en última instancia, son fruto del amor. Homero tocaba las palabras con la misma fe con que se toca un cuerpo. Y, gracias a ello, Penélope siempre conserva la fe en el regreso de Ulises, con su agradable sabor de época. Penélope nunca quiso ser absolutamente moderna, y así pudo tocar el cuerpo de Ulises. Hasta el mismo Ulises se asombró de acertar a tensar su propio arco y descubrir que seguía siendo, en el fondo, Ulises, y no un sueño extraviado.

Nosotos teníamos fe en la llegada de septiembre. Hubiera sido demasiado fácil que viniera ahora, sólo por fastidiarnos, febrero o marzo. O, lo que es peor, que empezara otra vez el verano. Pero no hay nada más asombroso, créanme, que comprobar que a agosto le sigue septiembre. Hay algo esencialmente poético en ese acto.

viernes, 28 de agosto de 2015

El soñador

Algunas circunstancias de vistosa anacronía insisten en adornar la figura de Lord Dunsany. Como el  firmar sus libros con su título nobiliario en pleno siglo XX; o el ser dueño de un largo rosario de nombres propios, además de un castillo. Azares estos que contribuyeron a envolver en un vago embozo de leyendas y antaños a quien fue contemporáneo y conocido de Yeats. Parece que su días navegaron cómodamente a favor de esa estela. Vivió de las rentas y se dedicó a hacer lo que tantos caballeros británicos vinieron haciendo ya desde los fingidos tiempos del rey Arturo: conducirse por el mundo sin propósito definido por mor de una deportiva infecundidad.

Viajes, transatlánticos, cacerías, la guerra de los Boer, aventuras de vodevil y un escoramiento hacia ese encantador Oriente del que se había adueñado el Imperio Británico y cuyas piezas dispersas iba recomponiendo a su conveniencia. «No escribo de lo que he visto sino de lo que he soñado», afirmó una vez mientras Europa estaba en vías de convertirse en parque temático. Y, en efecto, la crítica lo suele vindicar como pionero de esa literatura de corte fantástico y heroíco, no carente de cierto aire reaccionario, que devino moda inagotable a partir de The lord of the rings de J.R.R. Tolkien.

Pero no es bueno aturdirse. Que toda o gran parte de esa novelería pueda ser despreciable, se debe a que es, llanamente, mala literatura. Separar la forma y el fondo nos conduce sin remedio a las trincheras del moralismo y de la ideología, donde se olvida que la literatura está hecha de palabras y que cada palabra es un mito y una metáfora del mundo, traída y llevada de boca en boca. Pero una vez agotada esa savia, su vieja herencia y su extrañamiento, las palabras se quedan en falsete, y los dragones, las espadas y los héroes que tanto demanda el público escapista, siempre sediento de la peripecia maravillosa, muestran demasiado fácilmente sus remiendos. El público escapista exige la suspensión de las leyes de la naturaleza de la misma forma que el público de la pornografía pide lo que pide. Tolkien, por contra, germanista y apasionado lector de aquellas mitologías, escribía desde el corazón mismo de sus vocablos, con una fe necesaria, y en ellos su voz poética encontró las teclas perfectas para interpretar y recrear admirablemente el mundo. Lord Dunsany, antes que Tolkien, discurriría por otros caminos y respiraría un perfume un tanto distinto.

Empecé a darme cuenta de ello en un verano de la adolescencia, cuando cayó en mis manos un ejemplar de En el país del tiempo, un ramillete de cuentos dunsanyanos traducidos por el gran Francisco Torres Oliver para la primera Siruela, que los editó en su inolvidable colección «El ojo sin párpado», de tapas duras y en un azul celeste, casi de otro mundo, tan irreal como ahora veo aquel verano y aquellas vacaciones. Confieso que en una primera ojeada azarosa de esos cuentos (algunos de ellos brevísimos) me desilusioné. No encontré allí los monstruos, los seres imaginarios y las aventuras que pensaba encontrar, y el verano era demasiado ancho y prometedor para demorarse; así que En el país del tiempo quedó olvidado en medio de su propio título. Pero llegó, como siempre acostumbra, el mes de septiembre, y en ese pausado desvanecimiento de promesas incumplidas hacia el antiguo oro de las tardes, como en un presagio, retomé el libro a regañadientes. Descubrí que el otoño, o más bien esa «primavera del otoño» que decía Juan Ramón, le sentaba extrañamente bien al vetusto noble irlandés.

No había, en efecto, ni dragones ni batallas; ni siquiera la muchedumbre a la que nos tienen acostumbrados los géneros épicos (¿hubo alguien a quien pusieran falta en Troya?). Por los cuentos de Lord Dunsany, antes bien, suelen pasar pocos personajes, extraños, singulares, muchos de ellos sumidos en un curioso abatimiento. Y, sobre todo, una voz que habla siempre como desde el entresueño, no sabemos si previo al día o a la noche. Se ha insistido a menudo en el carácter onírico de esas narraciones tan escurridizas, casi siempre colindantes con el poema en prosa. En todo caso no sería un sueño que es contrapunto de la vigilia. Ni siquiera están esos subrayados tan gruesos de lo fantástico que me tienden a incomodar en Poe o en Lovecraft. Al igual que sucede en la Odisea, el cuento dunsanyano sería un sueño circular, autoalimentado y expansivo: la vigilia de un sueño.

Vuelvo a recordar aquellos relatos. Apenas ya los releo, con nostalgia de aquel asombro primero. Incluso llegué a saber de memoria algunos pasajes, en esa prosa nítida y clara de la versión castellana de Torres Oliver. Como ese «Temíamos que habría muerto. Temíamos que habría muerto», repetido con pasión al último de los piratas, «El hombre de los pendientes de oro», que mira tristemente en el puerto cómo parten y llegan los grandes vapores. Quién no recordaría a Tom de los Caminos, el bandolero que se balancea ahorcado de un árbol en una noche de viento. Cuando espolearon su fiel caballo negro —nos dice el cuento— tras éste se le fue el mundo al desdichado Tom. O el espíritu de «La torre vigía», siempre alerta ante la inminente llegada de los sarracenos. Su interlocutor es incapaz de convencerlo: «–Yo me refiero –dije– a que no vienen ya. No pueden venir, y los hombres tienen miedo de otras cosas [...] Y dijo él: “¡Los sarracenos! Tú no conoces su astucia. Ésa ha sido siempre su táctica. No vienen durante un tiempo, durante mucho tiempo; y luego, un día, se presentan”». Pero si hay un relato de esa colección del que siempre guardo un especial recuerdo es «Los sueños de un profeta». Un hombre es conducido por un vasto desierto ante los esqueletos, monstruosos, de los dioses muertos:

«...Y miré largamente aquellos hermosos huesos curvados que ya no podían hacer daño a la más pequeña criatura de todos los mundos que ellos mismos habían creado. Y medité largamente en el mal que habían hecho, y también en el bien. Pero cuando pensé en Sus manos volviendo rojas y mojadas de las batallas para hacer una prímula para que un niño la cortase, entonces perdoné a los dioses.»

Nosotros también podemos perdonar a Lord Dunsany hasta sus extravagancias nobiliarias. Entre su vida de comodidades regaladas, su castillo, sus safaris y sus folletinescos viajes a la India, también le desveló el duende, siempre a deshoras, de la poesía. Atendió su llamada solícito, como quien acude a un cocktail, y la poesía lo acomodó frente a su propio abismo, pues cada poeta tiene el suyo. El abismo que media entre cada palabra y mantiene unido el tapiz. Al cabo poco importa qué materia pueda tener ese tapiz, mientras haya tapiz; y en cualquier caso hace tiempo que dejé de creer en las banderías y las etiquetas de los genéros (realidad, ficción, realismo, fantasía, etc). Toda literatura es fantástica y simbólica, diría Borges, cuyos elogios dunsanyanos son harto conocidos; y a un joven y creacionista Gerardo Diego le matizaba Antonio Machado que toda poesía es creacionismo, si bien nunca creacionismo ex nihilo. No sé si volveré a leer algún cuento más de Dunsany. Pero desde el país del tiempo aquel verano —aquel otoño, su reverso— de la adolescencia ávida de monstruos y aventuras me sigue trayendo ese aroma de rara soledad y de melancolía. ¿Y Lord Dunsany, el soñador? Cabría añadir, si sirve de coda, que al final despertó, en 1957, durante algo tan poco aventurero y caballeresco como una operación de apendicitis.


viernes, 21 de agosto de 2015

Volver a Homero

Hace tiempo me topé con un curioso volumen en una librería de viejo de Madrid. El largo título rezaba así: La Ilíada de Homero. Epopeya dramática en cuatro jornadas, precedidas de un prólogo y seguidas de dos apéndices. Y remataba: Traducido verso a verso y palabra por palabra por José María Aguado. Es primera edición y está fechada en 1935. La publicó la Librería General de Victoriano Suárez, en Madrid.

Resultó ser un libro, como me temía, propenso al escondrijo, pues poco es lo que pude averiguar sobre él, rastreando aquí y allá. Está la ficha de rigor en la Biblioteca Nacional y la noticia de su publicación en la hemeroteca on line del Abc, y solo en los últimos años acertó a aparecer alguna referencia más, en la articularia académica, donde el volumen es mencionado de pasada como obra menor, rareza bibliográfica o —en el peor de los casos— extravagancia y manifiesta chifladura. En cierto sentido no es para menos, si empezamos a recorrer ese «verso a verso y palabra por palabra» con que el traductor defiende su trabajo. José María Aguado, en efecto, hizo desfilar con disciplina marcial los 15.693 versos de su Ilíada ante la premisa que se había trazado y que expone en un prólogo tan entusiasta como encendido y justiciero: verter la épica griega a la épica castellana (o lo que él entendiera por tal), y traducir los hexámetros de Homero en un tipo de versificación arromanzada, con largas tiradas de versos de dieciséis sílabas y rima asonante; un estilo, en suma, que recuerda vagamente a ciertas versiones modernas del Poema de Mio Cid. Es más: el traductor, sabiendo acaso que ha emprendido un camino sin retorno cuesta abajo, y preso ya de su frenesí, decide convertir el tradicional patronímico griego en los típicos apellidos de la rancia Castilla. De tal guisa que Zeus Crónida se convierte en Zeus Crónez. Pero también tenemos a Aquiles Peliaz, Agamenón Atrédez, Ulises Laértez, etc. Sin duda que esto suena a broma casi de tebeo, pero Aguado (que lo sabía), se defiende: «No dudo que de esta innovación se reirá la ignorancia, y tal vez la culparán los eruditos; pero yo no dejo de enorgullecerme de ella.»

Y orgullosamente y fiel a sus palabras, así arranca, ante nuestra perplejidad, su peculiar Ilíada:

Canta, diosa, los rencores de Aquiles Peliaz crueles 
que trajeron a los dánaos incontables padeceres 
y echaron al Hades muchas almas ilustres de héroes, 
cuyos cuerpos yacen presa de perros y toda suerte 
de aves; y así la sentencia cumplióse de Zeus, desde 
que primeras se apartaron tras insultarse [insolentes] 
Aquiles y el general de los aqueos Atrédez. 

[...]

Está claro que el bueno de don José María no tenía entre sus principales objetivos el de labrarse la amistad y cariño del homerismo académico. Pero si algo de pelea quería provocar, erró sus planes de medio a medio. El homerismo académico, en su habitual desdén hacia cualquier cosa que no fuera el homerismo académico, le pasó de largo sin apenas reparar en su presencia. Y con este, pasó también la Guerra Civil. Y los años, y el tiempo. Y allí vemos al traductor solo en el andén vacío, tal vez incapaz de adivinar que su revolución homérica terminaría en los azares de las librerías de lance, o en la curiosidad y la chanza de algún estudioso de hogaño. Yo, sin embargo, que no creo contarme entre los eruditos ante los que se defendía, siento un cierto afecto por Aguado, una especie de entrañable afinidad, por más que su trabajo me resulte un despropósito anacrónico, un soniquete, un homenaje al ripio y un decidido pastiche como mera poesía castellana. Pero siempre me pareció que emprender la traducción de Homero, independientemente del camino seguido, tiene un punto de heroísmo arrojado, tal vez de locura; es un salto de fe y un amor insomne que no se cuida de la victoria o el naufragio.

***

Hablar de Homero, fuera de la lengua griega, el helenismo más o menos militante o los vaivenes de la filología es, ante todo, hablar del arte de la traducción. Y es en esa asumida fatalidad, en nuestra irrenunciable condición de «bárbaros», donde el viejo cantor de la epopeya ha alimentado de sueños y símbolos la laberíntica imaginación de Occidente. Homero, no como el poeta que canta en griego, sino como el poeta infinitamente traducido; el primer resorte que pone en marcha la gran maquinaria de Babel. Traducir poesía: contradicción en los términos, algo anómalo que hubo de surgir forzosamente en las márgenes de ese absoluto llamado lengua griega.

Aun así, asumiendo la impropiedad del vocablo, conviene tener presente que toda traducción de poesía no ha de aspirar a otra cosa que a ser eso: poesía en la lengua de llegada. Y como tal ha de juzgarse, ya sea mala, buena, risible, sublime, en verso, en prosa, con rima o sin ella. La filología, por contra, tiende a viciar el trabajo del traductor con ese escrúpulo de la fidelidad al original. En el caso concreto de los poemas homéricos cabría preguntarse a qué debemos jurar dicha fidelidad: ¿a un supuesto «espíritu homérico» acaso? Estaríamos de enhorabuena si lográsemos saber en qué consiste tal espíritu. Con igual pompa, podríamos pronunciar «espíritu medieval» o «espíritu dieciochesco»... Construcciones así no dejan de ser reduccionismos y quimeras, pero el celo filológico del traductor todavía lo llevará a querer ser más homérico que el propio Homero. Me temo que el fiel traductor ha de deberse ante todo a su propia mirada, a su voz y a su presente, antes que pretender trasladar la obra original con una ilusoria asepsia y objetividad de acuerdo a una red de contextos culturales y estéticos que, por mucho que se empeñe, son en el fondo una mera reconstrucción, un esquema en la pizarra. El traductor, como lector que es, no puede traducir haciéndose a un lado de esa misma condición de lector, y lo que leemos queda ya sin remedio contaminado de nosotros, de nuestra vida, de nuestros cambiantes estados de ánimo. Leer, al cabo, es escribir y reescribir nuestra lectura, personal y única, perfectiblemente incompleta, humana. Y en ese mar azaroso de mil lecturas y épocas es donde los poemas de Homero se han acabado reescribiendo una y otra vez, volviendo a nacer en tantas voces como puertos acogieran al astuto Odiseo.

Pero si traducir poesía es una forma más de escribirla, con mejor o peor fortuna, quien traduce poesía no puede sino sentir la fatalidad de su propia lengua y su tradición. A algunos traductores les cabrá en suerte, incluso, comenzar ellos mismos nuevas vetas, nuevas tradiciones. Cómo no pensar, hablando de Homero y el español, en las versiones de Luis Segalà i Estalella, donde tantas y tantas generaciones nos hemos fascinado leyendo esa prosa torrencial y preciosista, deliciosamente  exagerada a veces, con que el erudito catalán hizo pasar ante nuestros ojos la Ilíada y la Odisea. Su solución para traducir los epítetos épicos fueron verdaderos hallazgos, algunos plenos de una lírica nostalgia, otros expansivos y casi delirantes en su juego de arabescos, pero todos inolvidables y admirablemente visuales. Las «cóncavas naves», «Odiseo fecundo en ardides», el yelmo de «tremolante penacho» y muchos otros no se deben a Homero sino a Segalà. Fue él quien los grabó en el imaginario y cualquier traductor español de Homero que venga después está destinado a dialogar o a entablar una tensión con ellos y con la dicción de su autor.

El siglo XX ha sido pródigo en notables traducciones de Homero. Pero si la de Segalà tiene una virtud especial, además de ese brillo fundacional, es la de mostrársenos con desnuda inocencia, sin aparataje crítico ni notas, sin un prólogo o mapa de ruta al que obedecer o traicionar. Una traducción ya es suficiente mirada crítica, ¿para qué más? Y no hay peor pecado para un traductor que el de la previa justificación. Los poemas homéricos de Segalà fluían libres y espontáneos en nuestras lecturas de adolescencia, con las asimetrías que tanto incomodan a los filólogos, pero también con esa unidad en la que creía tan dócilmente el primitivo auditorio de Homero, y que tantas y tan antipáticas veces fue puesta en duda desde los gabinetes eruditos, obsesionados siempre con la superstición de la autoría. Y Homero, el misterioso, ¿qué lugar ocupa en todo esto? Realmente, poco importa ya: tan sólo un mito necesario, un acto de fe o un simple pacto de lectura. Como la generación de las hojas, así la de los hombres.

***

Cerca de mí, en una mesa, junto a dos ediciones en Austral muy gastadas de las traducciones de Segalà, reposa el volumen de la Ilíada de José María Aguado que compré en aquella librería de viejo, con su color ocre y su olor a papel y tinta rancios y sus Zeus Crónez y sus Agamenón Atrédez y toda su batería de forzadas asonancias. Estos días tomé la rara decisión de continuar mi propia traducción de la Odisea, interrumpida hace casi diez años. Me quedé varado en el pasaje del canto cuarto donde Helena, en el palacio de Menelao, prepara a sus huéspedes el brebaje del olvido. Releo esos cuatro primeros cantos y me cuesta reconocer quién los tradujo. Cuántos Homeros, cuántos días y noches cabrían en Homero; cuántos nosotros en nosotros. La respuesta la tiene, como siempre, la paciente Penélope, tejiendo y destejiendo la mortaja.

Penelope Unraveling Her Work at Night, Dora Wheeler

El final del partenio

Os estuvimos esperando toda la noche del mundo.
Vuestra era la luz inquebrantable que crece en la vigilia,
el afán de los zapatos obligados al suelo,
la cautela, la lentitud, los límites.

Malabaristas enfermos de los buenosdías,
pastores de sensibles meridianos,
os quisimos acoger como se acoge un lamento
y arruinamos un triste horizonte por oíros.

Os estuvimos esperando detrás de una sonrisa intacta
y apenas os conocíamos, poco más de cuanto la noche propaga
peinándose las galernas sobre las azoteas.
Pero todo estaba en orden para vuestras manos largas,
todo para vuestro apetito de claridad y calles,
y la luna parecía lo que siempre sospechábamos:
la letra de un bolero descuidado
para escribir con saliva al dorso de las mujeres.

Porque habéis de saber
que si alguna vez robamos una excusa del cielo
o bebimos de las crines finísimas del vértigo,
fue para que llegarais al pie de la vendimia
como un azul desmedido que vomita su resaca.

Tantas veces fue preciso, sí,
volver a edificar sobre Aristóteles
una perfecta y nítida constelación de nalgas,
como tantas y tantas otras enloquecer en una rosa.
Tensaros como un arco hecho de sueños,
darle hilo, sin mucha fe, a una golondrina
para que vuele y gire y ascienda más allá de la frente.

Y todo fue por vosotros, por vuestras pupilas intachables,
tan débiles de tan redondas,
donde quisimos perdurar y convertirnos en un temblor lejano,
elemental divisa que os mantuviera a salvo
cuando fuerais a caeros por vuestra propia piel.

Desfondamos la noche de una voz limpia, indefensa,
y os ofrecimos las vulvas trenzadas en coro,
como quien regala la ternura de un pequeño animal ciego;
una página en blanco sólo para vosotros,
donde pudierais llorar sin doblez de calendario
y lamer hasta el cansancio vuestra propia muerte.

Os estuvimos esperando al fondo de la sangre;
habitamos planetas prematuros,
torres en llamas de extraviada ciencia,
y nos hicimos abismo, y nos unimos en la furia
que lleva a descuartizar las más inocentes preguntas
o asolar territorios bajo el candil del pecho.

Pero nunca llegasteis,
y siempre se hizo tarde,
y todo un delicado hemisferio se oxidó de pronto.

Y aprendimos entonces que no tiene patria la noche
sino el vino reseco que queda en las alcobas
y un perdido gramófono que fatiga su centro,
que gira ya sin ninguna música o razón,
donde se amargan los cuerpos traspasados de vísperas.


(De Tránsito, DVD Ediciones 2011)

viernes, 7 de agosto de 2015

El Liddell-Scott



Venerable y misterioso, el Liddell-Scott. Es como un ceñudo clérigo transfigurado en diccionario, bajo cuyas negras sotanas de cuervo se encierran apiladas, ahogadas casi, todas las palabras griegas que han sonado nítidas alguna vez a la luz del mundo, o en algún sueño, o bajo alguna frente extraviada, hasta la época bizantina. Ahora se puede consultar una versión digital en Internet, pero no es lo mismo, no es lo mismo. Porque es abrir el viejo Liddell-Scott y verse arrebatado por una repentina solemnidad que la versión digital no puede ni sabe emular. Falta ese color negro. El volumen, la densidad y el peso. Y la larga y oscura sombra de la semántica y la lexicología.

lunes, 3 de agosto de 2015

WL

De todos los azules irrepetibles que cruzaron la infancia me acuerdo ahora del azul de los coches cama, bajo la marquesina de la Estación del Norte en Madrid y sus metales decimonónicos, espesos. La promesa del viaje y el definitivo lema de Wagon Lits que rezaba sobre las ventanillas, como un título nobiliario: "Compañía Internacional de Coches Cama y de los Grandes Expresos Europeos". Ahora los trenes son descoloridos, casi transparentes, sin gracia. Corren más rápido, pero no llegan tan lejos.

sábado, 1 de agosto de 2015

Después de la tormenta

La sed de los relámpagos no tiene labios
—lengua ardiente tan sólo, lacerada de alucinado verde—,
y el agua de los charcos le puede robar un acorde a la luna.

Lo aprenderéis despacio
si abrís de par en par el vientre de una nube
y guardáis el silencio que late en los umbrales.

Aprenderéis que las hojas de afeitar son un capítulo inconcluso de la ternura
y el espejo un aguacero hecho de años,
y que el cielo y el suelo se quieren con locura,
acaso porque arriba y abajo se deletrean con los mismos vértigos
y el asfalto no puede vivir sin su dosis de estrellas.

Lo aprenderéis despacio,
mientras se aleja la tormenta en su galope sonámbulo
y sólo queda un sordo tambor que insiste al otro lado de la soledad.

Y así, podréis poner en hora vuestra casa
cuando las farolas vuelvan a clavarse en la intemperie
y todo alrededor se pueble de ventanas encendidas
y la tormenta sólo sea un vestigio de muchachas ausentes
que se pintan las uñas de los pies
con un color de luna en llamas
para robarle mil años al agua de los charcos.


(De Tránsito, DVD Ediciones 2011)

jueves, 23 de julio de 2015

Entrevista a Alvaro Cunqueiro

Aquella entrevista a Cunqueiro en el mítico A fondo de Soler Serrano. Una hora y pico de felicidad.


miércoles, 22 de julio de 2015

Un poema de Kostas Karyotakis (1896-1928)




En el prólogo a mi edición de Los trinos que se extinguen de María Polydouri (Vaso Roto 2013) incluía mi traducción de este poema de Kostas Karyotakis, perteneciente a su poemario Elegías y sátiras (1927).


[¡QUÉ JOVENES LLEGAMOS AQUÍ...]

¡Qué jóvenes llegamos aquí, a la isla despoblada, al fin
del mundo, cerca del sueño y lejos de la tierra!
Cuando se alejó el último de nuestros amigos,
fuimos viniendo poco a poco, arrastrando la perpetua herida.

Miramos con los ojos vacíos; desbaratado el paso,
cada cual emprende en soledad el mismo camino;
y sentimos enfermo nuestro cuerpo, su peso como de otro,
y, ahogada en la distancia, de nuestra voz nos llega sólo un eco.

Pasa la vida, sirena más allá del horizonte,
pero la muerte, la muerte cotidiana, con su bilis
será cuanto la vida nos traiga, aunque sonría
el rayo del sol, y aunque las auras soplen. Y somos jóvenes,

muy jóvenes; y aquí una noche nos dejó, sobre una roca,
el barco que ahora se pierde en el corazón del infinito,
se pierde y nos preguntamos qué tenemos, qué tengo,
cuando nos consumimos todos, y así de jóvenes nos vamos, apenas unos niños.

(Traducción: Juan Manuel Macías)

***

Τι νέοι που φτάσαμεν εδώ, στο έρμο νησί, στο χείλος
του κόσμου, δώθε απ’ τ’ όνειρο και κείθε απ’ τη γη!
Οταν απομακρύνθηκεν ο τελευταίος μας φίλος,
ήρθαμε αγάλι σέρνοντας την αιώνια πληγή.

Με μάτι βλέπουμε αδειανό, με βήμα τσακισμένο
τον ίδιο δρόμο παίρνουμε καθένας μοναχός,
νοιώθουμε τ’ άρρωστο κορμί, που εβάρυνε, σαν ξένο,
υπόκωφος από μακριά η φωνή μας φτάνει αχός.

Η ζωή διαβαίνει, πέρα στον ορίζοντα σειρήνα,
μα θάνατο, καθημερνό θάνατο, με χολή
μόνο, για μας η ζωή θα φέρει, όσο αν γελά η αχτίνα
του ήλιου και οι αύρες πνέουνε. Κι είμαστε νέοι, πολύ

νέοι, και μας άφησεν εδώ, μια νύχτα, σ’ ένα βράχο,
το πλοίο που τώρα χάνεται στου απείρου την καρδιά,
χάνεται και ρωτιόμαστε τι να ‘χουμε, τι να ‘χω,
που σβήνουμε όλοι, φεύγουμ’ έτσι νέοι, σχεδόν παιδιά!




sábado, 18 de julio de 2015

Esa memoria

Se tiende a olvidar que la poesía se hace con oído, memoria y voz (tres cosas que, en el fondo, son lo mismo); no con tinta ni papel, ni juegos textuales, ni microsoft word.

***

Un buen poema siempre es memorable. No importa que no lo recuerdes ahora. Antes de tu llegada ya había una memoria universal que lo recordaba, lo decía. A esa memoria los griegos la llamaron Homero.

domingo, 12 de julio de 2015

ADESTE HENDECASYLLABI QUOT ESTIS

Esta vez no
vendrán, Catulo,
los endecasílabos.

Aunque vacíes las botellas hasta el fondo de los ojos,
y persigas en todos los desaguaderos las últimas notas y la rúbrica aceitosa con que la noche se despide,
sólo obtendrás en respuesta tu propia saliva cayendo por el día,
el vacío, el deseo, el sutil infinito que media entre palabra y palabra
mientras las cosas te entregan su luminosa espalda ausente. Miedo. Miedo
o, sencillamente, el esbozo de una pantomima a punto de quebrarse
como el débil filamento de un recuerdo.

El beso, la caricia, la demora y la teta,
acaso una docena de naufragios, sueños enfermos de brea y acordeones malheridos,
la geometría intachable de la muerte en el sombrero de copa de Fred Astaire
—palabra y palabra—, y todo a la deriva en un puñado de islas desconocidas entre sí,
un vaivén de alas escoradas con un fondo elemental de ira,
sin remedio,
sin encontrar la tecla precisa, la trenza indispensable
que ponga en marcha, una vez más, ese pequeño y dulce y obediente animal retórico.

Hay un íntimo estruendo de máscara.

La certeza del mundo rendido a su intemperie.

El largo mundo donde llueve o lesbia.

Y en cada sílaba muerta, irreparable,
la perfumada culpa de su nomeolvides.

(de "Tránsito", DVD Ediciones, 2011)


sábado, 11 de julio de 2015

...Se posan

Ver posarse a una mariposa (suceso muy frecuente aquí) es de las más sutiles maneras que tiene el mundo para abstraerte del mundo. ¿La mariposa o la palabra? Parece que a las lenguas les divierte nombrar a la mariposa y no concibo un idioma que lo haga mediante un pobre monosílabo. Vocablos como "Bolboreta", en gallego, o "Petalúda", en griego moderno revolotean y se posan una y mil veces sobre nuestra imaginación.

miércoles, 8 de julio de 2015

Dos poemas de Semónides de Amorgos

1 D

Muchacho, Zeus tonante guarda el fin
de todo, y lo dispone a su albedrío.
Mas los hombres no saben: criaturas
de un día, cual ganado, vivimos ignorantes
del término que el dios depara a cada cosa.
Sin embargo, esperanza y fe alimentan
nuestras vanas empresas: éste aguarda
que pase un día, y aquél, las vueltas de los años.
Pero mortal no hay que al año próximo
no quiera hacerse amigo de riquezas y bienes.
Y la vejez no ansiada se adelanta, y lo alcanza
antes que lo consiga. A otros mortales
matan males horribles; y a otros Hades envía
bajo la negra tierra, por sentencia de Ares.
En cambio otros, en la mar, golpeados
por tempestad y muchas y relumbrantes olas,
perecen, incapaces de vivir.
Otros, en un destino mísero, se atan
una soga y, de grado, dejan la luz del sol.
Nadie está, pues, libre de mal, y miles
son las muertes y las desgracias imprevistas
del mortal, y los daños. Pero si me atendieran
no buscaríamos penas, ni nos torturaríamos
en nuestro corazón cuando el dolor acuda.

(Traducción: Juan Manuel Macías)


Ὦ παῖ, τέλος μὲν Ζεὺς ἔχει βαρύκτυπος
πάντων ὅσ' ἐστὶ καὶ τίθησ' ὅκηι θέλει.
νόος δ' οὐκ ἐπ' ἀνθρώποισιν· ἀλλ' ἐφήμεροι
ἃ δὴ βοτὰ ζόωμεν, οὐδὲν εἰδότες,
ὅκως ἕκαστον ἐκτελευτήσει θεός.
ἐλπὶς δὲ πάντας κἀπιπειθείη τρέφει
ἄπρηκτον ὁρμαίνοντας· οἳ μὲν ἡμέρην
μένουσιν ἐλθεῖν, οἳ δ' ἐτέων περιτροπάς.
νέωτα δ' οὐδεὶς ὅστις οὐ δοκεῖ βροτῶν
πλούτωι τε κἀγαθοῖσιν ἵξεσθαι φίλος.
φθάνει δὲ τὸν μὲν γῆρας ἄζηλον λαβὸν,
πρὶν τέρμ' ἵκηται· τοὺς δὲ δύστηνοι νόσοι
φθείρουσ' ἀνήβους· τοὺς δ' Ἄρει δεδμημένους
πέμπει μελαίνης Ἀίδης ὑπὸ χθονός.
οἳ δ' ἐν θαλάσσηι λαίλαπι κλονεύμενοι
καὶ κύμασιν πολλοῖσι πορφυρῆς ἁλὸς
θνήσκουσιν, εὖτ' ἂν μὴ δυνήσωνται ζόειν.
οἳ δ' ἀγχόνην ἅψαντο δυστήνωι μόρωι
καὐτάγρετοι λείπουσιν ἡλίου φάος.
οὕτω κακῶν ἄπ' οὐδέν· ἀλλὰ μυρίαι
βροτοῖσι κῆρες κἀνεπίφραστοι δύαι
καὶ πήματ' ἐστίν. εἰ δ' ἐμοὶ πιθοίατο,
οὐκ ἂν κακῶν ἐρῶιμεν, οὐδ' ἐπ' ἄλγεσι
κακοῖσ' ἔχοντες θυμὸν αἰκιζοίμεθα.

***

29 D

Esto es lo más hermoso que dijera el de Quíos:
«cual la generación de las hojas, así la de los hombres».
Pocos mortales hay que, al oírlo, lo guardaron
consigo, pues a todos asiste una esperanza
arraigada en el pecho de los jóvenes.
Mientras dura la ansiada flor de la juventud
con espíritu leve se traman imposibles:
la vejez nadie espera, ni la muerte,
ni nadie con salud piensa en enfermedades.
Ingenuos, así es su corazón: ignoran
que de la juventud y vida el tiempo es poco
para el mortal. Mas tú, que sabes esto, ten coraje en tu espíritu
y goza las cosas buenas hasta el fin de tus días.

(Traducción: Juan Manuel Macías)


ἓν δὲ τὸ κάλλιστον Χῖος ἔειπεν ἀνήρ·
«οἵη περ φύλλων γενεή, τοίη δὲ καὶ ἀνδρῶν.»
παῦροι μὴν θνητῶν οὔασι δεξάμενοι
στέρνοισ' ἐγκατέθεντο· πάρεστι γὰρ ἐλπὶς ἑκάστωι
ἀνδρῶν, ἥ τε νέων στήθεσιν ἐμφύεται.
θνητῶν δ' ὄφρα τις ἄνθος ἔχηι πολυήρατον ἥβης,
κοῦφον ἔχων θυμὸν πόλλ' ἀτέλεστα νοεῖ·
οὔτε γὰρ ἐλπίδ' ἔχει γηρασέμεν οὔτε θανεῖσθαι
οὐδ', ὑγιὴς ὅταν ἦι, φροντίδ' ἔχει καμάτου.
νήπιοι, οἷς ταύτηι κεῖται νόος, οὐ δὲ ἴσασιν,
ὡς χρόνος ἔσθ' ἥβης καὶ βιότοι' ὀλίγος
θνητοῖσ'· ἀλλὰ σὺ ταῦτα μαθῶν βιότου ποτὶ τέρμα
ψυχῆι τῶν ἀγαθῶν τλῆθι χαριζόμενος.

lunes, 6 de julio de 2015

Verano/tiempo/seguidilla

Urdimbre del verano
la araña teje:
reina de los rincones,
pequeña muerte.

Antes de que llegáramos
ya hilaba nieve,
envenenado y solo,
su frío vientre.

Y nos habremos ido,
y el sol de siempre
se mecerá en su tela
hecha de ayeres.

(De Cantigas y cárceles, Isla de Siltolá 2011)

sábado, 4 de julio de 2015

King Crimson - Islands {40th Anniversary Series, 2010}

Dan ganas de irse de vacaciones a ese largo y moroso solo de corneta que va cerrando este tema. Inolvidable.


miércoles, 24 de junio de 2015

Y otro poema de María Polydouri

OH, MI CORAZÓN...


Oh, mi corazón extraña,
ahora cuando el día parte,
el sonrosado amanecer,
el sol, el aire.

Las sonrisas de niño,
la ola que acudía
al bullicio de las alegres
vocecitas nuestras que sonaban.

La barca y su vaivén
en la ebriedad de nuestro sueño;
la suave música que se mezclaba
con la quietud del infinito.

La alborada que enrojecía
el ancho mar de nácar
y el limpio deseo
en nuestros ojos de ángel.

Oh, mi corazón extraña,
ahora que el día se apaga,
el paso de la belleza,
la juventud que se me marcha.


(De Los trinos que se extinguen, Vaso Roto, 2013. Traducción de Juan Manuel Macías)


***


ΑΧ, Η ΚΑΡΔΙΑ ΜΟΥ...


Αχ, η καρδιά μου νοσταλγεί,
τώρα που φεύγει η μέρα,
το ροδινό ξημέρωμα,
τον ήλιο, τον αιθέρα.

Τα παιδικά χαμόγελα,
το κύμα που απαντούσε
στο φλοίσβημα της πρόσχαρης
φωνούλας μας που αχούσε.

Τη βάρκα που λικνίζοταν
στη μέθη μας του ονείρου,
το αβρό τραγούδι που έσμιγε
τη σιγαλιά του απείρου.

Τη χαραυγή που ρόδιζε
τα σεντεφένια πλάτια,
την πεθυμιά την άχραντη
στ’ αγγελικά μας μάτια.

Αχ, η καρδιά μου νοσταλγεί,
τώρα που η μέρα σβήνει,
της ομορφιάς το πέρασμα,
τη νειότη που μ’ αφήνει.

Platón

Me pregunto a qué se refieren algunos cuando hablan de platonismo. Platón es el perfecto y adorable sofista, que devuelve el pensamiento humano a su estado natural: un diálogo entre muchos, una obra de teatro, donde nada es verdad ni mentira. Qué humano es Platón. Otros que se queden con el gendarme Aristóteles. Qué delicia volver a leer El banquete...

domingo, 21 de junio de 2015

Las nieves de antaño

Donde se apilaba la nieve cerca de mi calle, y ennegrecía, ahora abre el puesto de los helados. Aquí también llega el verano.

Pensamiento

Creo que vivimos porque alguien se acuerda de nosotros, o piensa en nosotros. Es un don al que tenemos a menudo en demasiada poca estima. El día que no haya nadie que se acuerde de nosotros, no es que dejemos de existir, pero seremos como una casa vacía con todas las luces apagadas.

sábado, 20 de junio de 2015

Sobre un verso de San Juan

En algún lugar, Borges se deshacía en elogios hacia este conocido verso de San Juan de la Cruz: «estando ya mi casa sosegada». Y no sin razón. Con todas esas eses es un verso maravilloso, de los endecasílabos más memorables de la poesía en español. Pasa acariciando. Es la compañía de la poesía, que preferimos antes que la de quien se pone intempestivamente poético. Pero, ay, sea lo que sea lo que este verso quiera decir, si es que quiere decir algo (mil cosas o ninguna), qué difícil debe de ser lograrlo. Nos contentamos, sí, con esa fugaz caricia que sosiega.

jueves, 18 de junio de 2015

Verano??



Se presenta un verano curioso.  Traducciones de Polydouri & Karyotakis & La Odisea. Maquetaciones varias. Y me temo que algún poema vendrá a llamar de noche como un pariente pobre. Me pregunto, en modo Perales, a qué dedicaré el tiempo libre.  Pero esa es la isla desierta donde ahora quiero estrellarme.

martes, 16 de junio de 2015

Epitafio a mi gata Touti (Seferis)

EPITAFIO A MI GATA TOUTI, QUE NOS DEJÓ EL PASADO OTOÑO

Tenía el color del ébano, los ojos de Salomé,
Touti, la gata que he perdido. Caminante, no te pares.
Salió de la brecha que cortaba en la sábana del día;
ahora no puede rasgar la tela de la oscuridad.

(Yorgos Seferis. Trad.: Juan Manuel Macías)

***

Επιτύμβιο στη γάτα μου την Τούτη που μας άφησε χρόνους το περασμένο φθινόπωρο

Είχε το χρώμα του έβενου τα μάτια της Σαλώμης
η Τούτη η γάτα που έχασα· διαβάτη, μη σταθείς.
Βγήκε απ’ το χάσμα που έκοβε στης μέρας το σεντόνι
τώρα να σκίσει δεν μπορεί του ζόφου το πανί.

Siempre Juan Ramón

La fuerza y la tristeza hacen la melancolía;  la debilidad y la tristeza hacen la desesperación.

JRJ

lunes, 15 de junio de 2015

Safo en arcilla



Uno de los soportes más curiosos donde se encontró un fragmento de Safo es este pedazo de vasija, datado aproximadamente hacia el siglo segundo a. de C. Lo que queda del poema (fr. 2 L.-P.) está escrito sin separación de palabras, versos o estrofas. Habla de un manzano, de un recinto umbrío de rosas, de leves brisas de primavera, de prados donde pacían caballos que ya no existen. Y, como no, de Afrodita chipriota. El poema, probablemente, fue escrito al dictado. Para ese escriba anónimo, Safo era ya tan antigua y lejana como para nosotros lo es hoy el propio escriba.

***

Y aquí mi traducción de ese fragmento, recogida en mi libro Poesías (Safo) [DVD Ediciones, 2008]

Ven a mí desde Creta hasta este sacro
templo; donde, en tu honor, una arboleda
amable de manzanos; donde altares
perfumados de incienso;

agua fresca murmura aquí entre ramas
de manzano, y umbrío está de rosas
todo el recinto, y de la fronda trémula
un sopor se desprende;

y el prado que apacienta a los caballos
copioso está de flores primaverales; soplan
aires de olor a miel...

Aquí, pues, tú, chipriota, coronada,
en copas de oro, delicadamente,
escáncianos el néctar ya mezclado
cuando la alegre fiesta.

*

δεῦρύ μ ̓ ἐκ Kρήτας ἐπ[ὶ τόνδ]ε ναῦον
ἄγνον ὄππ[αι τοι] χάριεν μὲν ἄλσος
μαλί[αν], βῶμοι δὲ τεθυμιάμε-
νοι [λι]βανώτωι·

ἐν δ ̓ ὔδωρ ψῦχρον κελάδει δι ̓ ὔσδων
μαλίνων, βρόδοισι δὲ παῖς ὀ χῶρος
ἐσκιαστ ̓, αἰθυσσομένων δὲ φύλλων
κῶμα καταίρει·

ἐν δὲ λείμων ἰππόβοτος τέθαλε
ἠρίνοισιν ἄνθεσιν, αἴ δ ̓ ἄηται
μέλλιχα πνέοισιν...

ἔνθα δὴ σὺ στέμματ ̓ ἔλοισα Kύπρι
χρυσίαισιν ἐν κυλίκεσσιν ἄμβρως
ὀμμεμείχμενον θαλίαισι νέκταρ
οἰσοχόαισον.

domingo, 14 de junio de 2015

Homenaje a Matrix (o una variación del pesimismo)

Era una ilusión. Creíamos que estábamos en el futuro, pero seguíamos viviendo en la España de los 40, donde sigue habiendo serenos, oficinas siniestras, el mundo es gris y frío, y hace hambre. Internet, los televisores de plasma, Ferran Adriá... Todo era una construcción mental y colectiva. Ah, y esos asombrosos smartphones sobre los que pasábamos nuestros dedos anhelantes no eran otra cosa que la enésima edición del Calendario Zaragozano.

Primavera (María Polydouri)

Y aquí estalló la primavera, en cada rama
de árbol. Y florecieron los parques.
Mas sus alegres ceremonias sólo me dicen
lo lejos que de ti me encuentro, Atenas.

Viene sin que la inviten, furtiva en el deslumbrar del sol,
una tenue lluvia, que nadie espera,
y siento, mientras me enciende tu nostalgia,
como si únicamente cayera para mí.

(París, primavera de 1927)

(De "Los trinos que se extinguen", Vaso Roto 2013, Traducción: Juan Manuel Macías)

sábado, 13 de junio de 2015

Homero y la noche

Para los héroes homéricos, que suelen trabajar en turno de día, la noche es siempre un secreto, el país destinado al sueño. Siempre me pareció muy bello este verso que en la Odisea se repite como un ensalmo: δύσετό τ’ ἠέλιος σκιόωντό τε πᾶσαι ἀγυιαί: "y el sol se puso y las sombras cubrieron todos los caminos".

lunes, 8 de junio de 2015

Safo fr. 16



Dejo aquí mi traducción del fragmento 16 de Safo, que es de mis preferidos. Pertenece a mi edición de las poesías de la gran poeta de Lesbos que se publicaron, allá por el 2008, en la añorada DVD Ediciones. Un libro, por cierto, ya casi inencontrable. Este poema es una verdad definitiva (probablemente, fue Safo la primera poeta del mundo en decirla, y en ponernos a todos en nuestro lugar); tiene unos versos de los que me enamoré nada más leerlos; y por esos versos pasa el nombre de Anactoria, que es luz y es lejanía, siempre sobre la negra tierra.

***

[Safo, fr. 16 L.-P.]

Una tropa a caballo, dicen éstos; de infantes,
dicen ésos; y aquéllos, que una flota de naves
sobre la negra tierra es lo más bello; pero
yo digo que es lo que uno ama.

Y es muy fácil hacer que cualquiera lo entienda,
pues aquélla que mucho aventajaba
en hermosura a todos los humanos, Helena,
a su esposo, varón ilustre,

lo abandonó y se fue navegando hacia Troya,
y en absoluto se acordó de su hija
ni de sus padres, pues la conducía
enamorada la Chipriota.

... a mi ausente Anactoria
me ha hecho recordar ahora.

Quisiera ver su andar, que mueve hacia el deseo,
y el luciente destello de su rostro,
antes que ver los carros guerreros de los lidios
y a sus infantes bien armados.


(De Poesías, Safo, DVD Ediciones 2007. Traducción de Juan Manuel Macías)

*

[Safo, Fr. 16]

ο]ἰ μὲν ἰππήων στρότον οἰ δὲ πέσδων
οἰ δὲ νάων φαῖς’ἐπ[ὶ] γᾶν μέλαι[ν]αν
ἔ]μμεναι κάλλιστον, ἔγω δὲ κῆν’ὄτ-
τω τις ἔραται·

πά]γχυ δ’εὔμαρες σύνετον πόησθαι
π]άντι τ[ο]ῦτ’, ἀ γὰρ πόλυ περσκέθοισα
κάλλος [ἀνθ]ρώπων Ἐλένα [τὸ]ν ἄνδρα
τὸν [πανάρ]ιστον

καλ[ίποι]σ’ ἔβα ’ς Tροΐαν πλέοι[σα
κωὐδ[ὲ πα]ῖδος οὐδὲ φίλων το[κ]ήων
πά[μπαν] ἐμνάσθη, ἀλλὰ παράγαγ’αὔταν
Kύπρις ἔραι]σαν

... με νῦν Ἀνακτορίας ὀνέμναι-
σ’οὐ παρεοίσας,

τᾶ]ς κε βολλοίμαν ἔρατόν τε βᾶμα
κἀμάρυχμα λάμπρον ἴδην προσώπω
ἤ τὰ Λύδων ἄρματα καὶ πανόπλοις
πεσδομ]άχεντας.


sábado, 6 de junio de 2015

Las impropias traducciones

(Una primera versión de este texto salió publicado en un número de Quimera, y finalmente fue recogido en Sucede en la voz de otros)


***

Para Vicente Fernández González

Pocas cosas tan ajenas al arte como el concepto de traducción, si lo entendemos en un sentido estricto, es decir, el de interpretar un código determinado en beneficio de aquellos espectadores que no pueden o no saben acceder a dicho código de manera directa. Hemos acabado aprendiendo, con algunas zozobras, que ante la obra de arte cualquier mediador supone una alarma innecesaria, pues en un paisaje así no debe haber (ni cabe) otro monstruo que nosotros mismos, los que tenemos el destino de ser de una sola vez el Minotauro, Teseo y el laberinto. Podemos, sí, sopesar los hitos que otros han dejado antes, pero la responsabilidad de la aventura es enteramente nuestra, fatalmente nuestra. Nadie debe escuchar el concierto por nosotros; nada puede ser el concierto sino el concierto mismo, y no conviene perder el tiempo con aquellos que «van mil gracias refiriendo».

 Y, sin embargo, aún seguimos aceptando con naturalidad la superstición que llamamos «traducir poesía», tal vez porque la materia prima de la poesía es la herramienta que el hombre usa para comunicar y comunicarse. La poesía aparenta esa vieja tara, que la música no conoce, ante el hombre atormentado por la lógica. El lenguaje verbal del hombre acabó generando en su inventor y usuario una ancestral pesadilla de dualidades: forma y fondo, significante y significado. Pero los primitivos poetas vivirían ajenos a estos cismas. Pensarían, saludablemente provincianos, y con razón, que el poema sólo podía existir en su propia lengua, su cuerpo, su única arcilla; en el idioma y únicamente en el idioma que limitaría en todas partes con lo bárbaro, con lo que es silencio unas veces y otras tantas ruido. En la voz. Pero hay a quien le empezó a desvelar un hecho bastante trivial: que los poemas, además de ser poemas, también decían cosas, a la manera de los locos, dejando en su parloteo un sedimento que con el tiempo acabó denominándose «cultura». Desde allí, naturalmente, no fue difícil alcanzar esa idea tan enferma de que la poesía puede y debe traducirse de idioma en idioma. Demandando la poesía traducida, exigiéndola incluso, encontramos a un personaje casi más provinciano que el poeta: el hombre culto.

Como un turista mal educado en un parque temático, así se mueve el hombre culto por Dante, Shakespeare y Homero, con todo pagado y sin correr riesgos. El hombre culto que lee un poema traducido, y que en ocasiones hasta lo cita en Facebook, por supuesto sin dar crédito alguno de su traductor, parece olvidar muchas veces que lo que está leyendo es, en el fondo, el poema del traductor y no el «original». Por hilar más fino, diríamos que está leyendo la lectura (nunca transparente) que el traductor ha hecho del poema extranjero. Incluso sería bueno volver a recordar que la traducción de poesía es una quimera, a pesar del empeño que alguna vez podamos haber puesto los que traducimos poesía en darle un estatus diferenciado a una actividad que no deja de ser —me temo— otra forma más de escribir poesía. Ni siquiera existe lo que se llama, en el paraíso de los filólogos, la «traducción literal», pues toda traducción de un poema, ya por serlo, está destinada a juzgarse, bien o mal, como poema en la lengua de llegada, antes que a erigirse en una mera pantomima de intérprete frente al poema de partida. Al filólogo, como a cualquier otro lector, le pesa demasiado el cuerpo y la garganta como para pasar desapercibido.

Y, aun así, ambiguos de nosotros, seguiremos hablando de traducción. Y tal vez se nos censure por haber acabado usando el término de una manera tan licenciosa. Eso es tan cierto como que nos sigue divirtiendo usarlo tal cual, en toda su impropiedad, sin mayor afán de ser precisos. Creo que hablar de traducir poesía negando la existencia de la traducción de poesía es a lo más sensato que podemos aspirar.

Al cabo, esa impropiedad forma parte del corazón mismo del lenguaje humano y, por extensión, también de la poesía. La palabra es incapaz de poseer, domeñar, entender aquello que nombra. La voz surge antes que el logos como un eco perplejo frente a la realidad muda, intraducible; y la palabra, mientras se sostiene en la voz, es tan real como la realidad. Tan precaria, tan igualmente intraducible. Acaso sea real porque lleva un germen de error, una variación frente al prototipo, un factor que sería la perspectiva del yo que ama y nombra. Podríamos pensar, así pues, en una nueva traducción de la Odisea, tan legítima como las precedentes: una traducción donde Ulises, por un error del traductor, nunca regresara a su casa: sería la broma definitiva para el hombre culto.

Juan Manuel Macías
(De Sucede en la voz de  otros, Isla de Siltolá, 2015)

viernes, 5 de junio de 2015

El canon

Decía Chesterton que el último de los hombres haría bien en recordar y citar a Homero. Pero quien recuerda y dice un poema, ¿no es un poco como el último de los hombres?

(El resto: mausoleos, estatuas, libros de texto y parloteo académico)

miércoles, 3 de junio de 2015

Como si fuera una lengua extranjera...

Hace tiempo traduje así este poema de Katerina Anghelaki-Rooke.


Aquí estudias el silencio
como si fuera una lengua extranjera.
Y si practicas bien
sabrás distinguir el dialecto
del día frente al marcado acento
de la noche.
Te aprendes los pájaros de memoria
y también la luz que trastoca
el sentido de la nada.
No podrás nunca expresarte
con naturalidad en esta lengua.
Pero te sorprenderá siempre su verdad.
Lees los árboles, las montañas en el original
Preguntas: "¿qué tengo yo que decir en esta lengua?"
El animal herido en lo más profundo de ti no contesta.
Guarda silencio.

Katerina Anghelaki-Rooke, de EN LYPIOU DE NUEVO

(Traducción: Juan Manuel Macías)

***

Εδώ σπουδάζεις τη σιωπή
σα να ’ταν ξένη γλώσσα
κι αν έχεις ασκηθεί αρκετά
ξέρεις να ξεχωρίζεις τη διάλεκτο
της μέρας απ’ τη βαριά προφορά
της νύχτας.
Τα πουλιά τα μαθαίνεις απ’ έξω    
όπως και το φως που αλλοιώνει
τη σημασία του τίποτα.
Δεν θα μπορέσεις ποτέ αυθόρμητα
να εκφραστείς σ’ αυτή τη γλώσσα
όμως θα σ’ αιφνιδιάζει πάντα η αλήθεια της.
Διαβάζεις τα δέντρα, τα βουνά στο πρωτότυπο.
Λες: Τι έχω εγώ να πω σ’ αυτή τη γλώσσα;
Το πληγωμένο ζώο μέσα σου βαθιά δεν απαντά.
Σωπαίνει.


Κατερίνα Αγγελάκη-Ρουκ (ΣΤΗ ΛΥΠΙΟΥ ΚΑΙ ΠΑΛΙ)