lunes, 13 de marzo de 2017

Guirnalda

(Homenaje a Karyotakis)

Regla triste y vertical, los cuerpos
se encienden y se apagan al fondo de los días
igual que un firmamento
de preguntas, fotogramas, trazos
apenas perfilados en la tibia sal del labio.
Y van cayendo, uno tras otro, rescoldos y penumbra,
en su solo segundo triunfante.

He aquí el cansancio
declarado hace tanto en el ruido blanco de los árboles
o en las radios que no transmiten más que el escueto parte de la ceniza.
Han publicado en letras grandes las últimas heridas vespertinas
y detrás de los cuerpos el niño se encoge y tiembla,
atravesado por el más elemental futuro.

Lo escuchamos, de pronto, ese tibio sonsonete
que va extendiendo sus dedos por la piel
hasta llegar a acariciarnos el corazón del miedo.

Un viento mitológico tañe --música de ancestros-- la memoria,
y un tumulto de miradas transparenta la noche,
viejo pregón sin letra, premonitorio y solemne.
Y nos cogemos las manos (las tuyas, las mías, las de todos),
como un sostén final, un gesto de cobijo
o un simple deseo de ternura;
y verticales y tristes, muy tristes, nos dejamos caer
allá donde la noche nos convoca
igual que una guirnalda de silencio,
como gentiles pétalos de sueño

(porque sabemos
que un cuerpo no es sino continuación de otro).

Juan Manuel Macías
(Inédito)