miércoles, 31 de enero de 2018

Pocos

Confieso que siento un vértigo y una agorafobia terribles ante esas fotos de bibliotecas --inmensas, laberínticas-- que de vez en cuando se publican en internet o en las redes sociales. Todo lo que viene multiplicado casi hasta el infinito me asusta. Prefiero límites humanos. La mesilla de noche. Las páginas que nos van acompañando en metros y autobuses o en barras de bar. El paraíso (aun a riesgo de contradedir a mi amado Borges) para mí no es una biblioteca. Los libros, como los buenos amigos, siempre de pocos en pocos.