Esa piel en remanso del agua y el espejo
donde resbalan ciegos eslabones de días,
opacos, duros como labios inapelables al beso,
y sin embargo nítidos, enrojecidos
por la luz volatinera con que el sol se divierte en una onda repentina.
El filo de una alberca, la memoria
donde el invierno se desangra en racimos de nubes.
Y las últimas aves que arrebatan al aire escorzos, despedidas.
El filo preciso que separa el amor imposible de dos mundos
o una senda desdoblada:
Una parte que rueda hacia el ocaso
con la ruina de la tarde, y nuestra vida a cuestas, con todas las preguntas.
Otra parte que queda esculpida en silencio,
en la sombra creciente,
acumulando el poso inútil de lo que ya no es,
precipitándose en su propio abismo
y en el color cansado, vagamente sepia,
del agua y la mentira.
(De Tránsito, DVD Ediciones, 2011)