miércoles, 25 de abril de 2012
Cuestión homérica (tentativa I)
Un tenaz pensamiento de calles a las que ya no sé volver. Aquel raído tobogán del parque, donde la infancia sigue precipitándose, elemental y delgada como el vértigo. La claridad de tu espalda en medio del invierno. De éstas y otras cosas está fabricada, a mi juicio, la palabra "Homero". Estoy componiendo un poema sobre la palabra "Homero", el misterio de la primicia; y escribo también un artículo acerca de aquella traducción extrema que hiciera de la Ilíada en el año 35 un ya olvidado José María Aguado, casi ausente de las bibliografías. (La compré en una librería de viejo de Madrid, hace ya tiempo después del tobogán, y me deslumbró su pie de romance, sus militantes asonancias. Su Zeus Crónez, su Agamenón Atrédez, y otros delirios por el estilo). Pienso en el perdido hexámetro y en el libre octosílabo como dos músicas, de pronto, tan parecidas. No, no es el soniquete modernista de "inclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda". El hexámetro tendría que caminar por aquellos oídos antiguos (sospecho) como el octosílabo del romancero lo hace por los nuestros, igual que el rumor del mar, o el viento en las hojas, o la lluvia en los tejados: con un ritmo mudable y sostenido a un tiempo. Quiero, sí, montar un poema sobre la gran extrañeza de la primicia, y un artículo sobre el cascabeleo de los chopos que murmuran en la brisa hacia el atardecer, y van dejando en el aire, entreverados, unos finísimos hilillos de plata. Ese cascabeleo es lo más parecido, dicen, al vaivén de las olas. Y acaso también al de los hexámetros. Pero las bibliografías vienen tristes y despobladas y tu espalda ya no es el faro más alto de las noches de escarcha. Y ahora no sé en qué orilla he caído de la palabra "Homero". Piénsalo sólo un momento. ¿Hubo un momento del primer poema? ¿Una mano tan blanca que estaba vacía de memoria y surcos? La primera palabra, ¿dónde? Decimos palabras y palabras, sin apenas pararnos a pensar su larga música extraviada. Las palabras que quieren decir y no son más que como aquellos murmuradores chopos, un coro inagotable, un aturdimiento colectivo que suena y suena ante la mudez del mundo y de las cosas. Cada palabra es su propia Odisea, y gira desesperada en su nostalgia. Entre el tobogán y la infancia, entre tu espalda y el vértigo. Piensa en las palabras como una guirnalda de aves migratorias. Las aladas palabras, entablando asonancias sobre la frente castellana de José María Aguado o derramando la miel de los hexámetros en el turbio vientre de Circe. Piensa en las palabras sin cadenas, que no poseen nada, incapaces de arraigar en nada, siempre en fuga, como el amor que pasa y nunca vuelve por las mismas calles.
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Poemas propios
jueves, 19 de abril de 2012
Frecuencias, de Jesús Jiménez Domínguez
El Ayuntamiento de Burgos ha tenido la gentileza de enviarme dos ejemplares de Frecuencias, el nuevo poemario de Jesús Jiménez Domínuez, ganador de la anterior edición del premio de poesía Ciudad de Burgos. Tuve el honor de estar en el jurado, que presidió Luis García Montero, junto a Diego Doncel, Carlos Daganzo, Ricardo Ruiz Nebreda y Juan Carlos Pérez Manrique. Guardo muy gratos recuerdos de aquella jornada burgalesa y de la exquisita organización, orquestada maravillosamente por el propio Pérez Manrique. Frecuencias es un buen poemario. Ha salido publicado en la colección Visor. Aquí les dejo esta breve noticia, con mis mejores deseos para la continuidad de este ejemplar premio de poesía.
***
TIERRA DE TOPOS
Hermanos, decidme, ¿es verdad que existe allí arriba
otra tierra menos espesa a la que llaman el cielo?
Dicen que las raíces son más verdes y sabrosas ahí fuera,
que la brisa es un río extraño que las baña con dulzura.
Entonces, ¿es cierto que la manzana es un pensamiento
que tiene el árbol cuando el momento es la mañana?
Allí arriba, ¿están vivos los muertos como dicen?
¿Andan como nosotros? ¿Caminan tesoros junto a ellos?
Aquellos a los que llaman pájaros, o ángeles, o esperanzas,
¿son topos elegidos a los que se concedió la dicha de las alas?
Eso del destino, ¿es muy profundo o puede vadearse?
¿A qué os referís cuando habláis de la luz? ¿A un mineral?
Vosotros que volvisteis de aquella tierra prometida, decidme:
¿qué intentáis decirnos en medio de la oscuridad cuando aseguráis
que aquello mismo que nos ilumina también nos deja ciegos?
(Frecuencias, Jesús Jiménez Domínguez, Visor, 2012)
sábado, 7 de abril de 2012
Hace unos días una persona me preguntó por qué estaba yo en contra de internet, leídas mis recurrentes (y, me temo, inofensivas, sainetescas) críticas a Facebook. Me hizo cierta gracia que mi amable inquisidor colocara a la red social de la "f" azul como estandarte de la llamada red de redes. Precisamente Facebook, que es un pueblo cerrado dentro de internet: lo que ocurre en Facebook acaba en Facebook, lema este que podría pertenecer a cualquier secta al uso. Internet, como todo el mundo sabe, nació en la cultura hacker, aunque se valía de una infraestructura previa de origen militar. La historia de internet, desde entonces, no ha sido sino una continua tensión entre la libertad y el afán de controlarla y delimitarla. Una lucha entre el no formato y la imposición de un formato. Con los segundos estarían, creo, aplicaciones como Facebook. Mis amigos ya saben lo que opino de Facebook: se trata de una red fomentada por la CIA el FBI y el Dr. Infierno con el único objetivo de convertir a las personas en zombis. Con esto no quiero decir que mis amigos usuarios de Facebook o usted, amable lector, que acaso también lo usa, sean zombis o estén en trámites de convertirse en zombis. Ellos y usted son más importantes que cualquier medio o tecnología. Y, probablemente, le habrán encontrado a esta red unos usos provechosos que yo, torpe de mí, no veo por ningún lado. No he obtenido información alguna en Facebook que no pudiera haber sacado de otra fuente. Y, como era de esperar, el que era tonto antes de Facebook lo sigue siendo en Facebook, aunque (eso sí) de manera muchísimo más reiterada. También es verdad que en las propios muros de la celda se pueden escribir cosas admirables. Las cosas admirables se pueden escribir en cualquier parte, porque el formato y el soporte ni da ni quita. No existe una "literatura Facebook" como tampoco una "literatura Blogger" ni una "literatura de servilletas de bar". Como tantas otras tecnologías "a la moda" Facebook no viene a traer nada que no tuviéramos ya, ni a llenar ninguna carencia, salvo esa necesidad, tan humana, de no sentirse solo.
Y con esto, estimados, no volveré a opinar más de Facebook ni en público ni en privado. Que me arranquen los pelos de la barba, de uno en uno, si incumplo mi promesa.
Y con esto, estimados, no volveré a opinar más de Facebook ni en público ni en privado. Que me arranquen los pelos de la barba, de uno en uno, si incumplo mi promesa.
domingo, 1 de abril de 2012
Un poema de Ati Solerti (Traducido por Mario Domínguez Parra)
EL NACIMIENTO
En una casa llena de anatemas…
¿Quién da importancia a los deseos?
Aún desenrollan el ovillo las Parcas…
¿Quién da importancia a los deseos?
Aún se quema el aceite en el candil…
¿Anatemas susurran o los conjuran?
¿Quién se encarga de los deseos?
La luz de su lámpara
agiganta la sombra de mi cama…
Parece una torre, castillo inexpugnable, abstruso monte de los Santos.
¿Quién se encarga de los pecadores?
Agua pido.
Mucha.
Tengo sed.
Agua maldita y aceite consagrado…
presentes que me trajeron las Parcas.
¿Quién se encarga de los pecadores?
En una casa llena de sepultureros…
¿Quién da importancia a los vivos?
(Más, aquí)
En una casa llena de anatemas…
¿Quién da importancia a los deseos?
Aún desenrollan el ovillo las Parcas…
¿Quién da importancia a los deseos?
Aún se quema el aceite en el candil…
¿Anatemas susurran o los conjuran?
¿Quién se encarga de los deseos?
La luz de su lámpara
agiganta la sombra de mi cama…
Parece una torre, castillo inexpugnable, abstruso monte de los Santos.
¿Quién se encarga de los pecadores?
Agua pido.
Mucha.
Tengo sed.
Agua maldita y aceite consagrado…
presentes que me trajeron las Parcas.
¿Quién se encarga de los pecadores?
En una casa llena de sepultureros…
¿Quién da importancia a los vivos?
(Más, aquí)
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