domingo, 30 de septiembre de 2018

Odisea y memoria

Hacia la mitad del canto IV de la Odisea, Helena, en el palacio de Menelao, prepara a sus invitados una pócima para labrar el olvido. Los versos (en mi traducción) dirían así:

[…]
Un nuevo plan urdió entonces Helena, hija de Zeus:
de inmediato echó en el vino que bebían una pócima
contra el dolor y la ira, que olvidaba toda pena.
Aquél que se la bebiese, ya mezclada en la cratera,
un día entero no echara lágrimas por sus mejillas
aunque muriera su madre y su padre, aunque a su hermano
o a su hijo los pasaran por el bronce allí delante
y él con sus ojos lo viera.
[…]

(Unos versos antes, el rubio Menelao le decía al joven Telémaco que estar triste es la única honra que les queda a los mortales).

La Odisea siempre me pareció una desesperada, incansable cruzada contra las no menos incansables asechanzas del olvido. El propio Odiseo cuenta su historia asombrosa ante los feacios, como para intentar convencerles, convencernos, convencerse de que no fue una quimera. Ignoramos el nombre de la Musa que invoca el cantor de la epopeya en los primeros versos, pero muy bien podría haberse llamado Memoria. Homero, reclamado por todas las islas griegas, tal vez hubo de decidir un día entre ser feliz o escribir hexámetros. El olvido no deja de ser una mutilación de nosotros mismos, porque, como la poesía y la música, estamos hechos de tiempo. Incluso en los banquetes de los poderosos, Homero (quien quiera que fuese), escogió recordar frente a las treinta monedas de la desmemoria.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Presentación en Madrid de Elegías y sátiras y cuatro poemas póstumos (Kostas Karyotakis)



Me compalce informaros de que el próximo miércoles 26 estaremos presentando en Madrid mi traducción de Elegías y sátiras y cuatro poemas póstumos, de Kostas Karyotakis y publicada recientemente por la editorial Pre-Textos. Será a las 19:00 horas en la siempre acogedora librería Rafael Alberti (C./ Tutor, 57). Y un sevidor tendrá el honor de estar acompañado por el escritor y crítico Antonio Ortega. Ojalá podamos vernos por allí.

~~~~~~~~~~~

[TENEMOS ALGO DE GUITARRAS...]

TENEMOS algo de guitarras
desvencijadas. Cuando sopla el viento
despierta versos, ecos extraños
en las cuerdas que cuelgan como cadenas.

Somos antenas increíbles
que se elevan como dedos al abismo,
y en su punta resuena el infinito;
pero pronto caerán hechas pedazos.

Somos, en cierto modo, borrosos sentidos
sin esperanza de concentración.
En nuestros nervios se confunde la naturaleza.

En el cuerpo, en la memoria nos dolemos.
Las cosas nos repelen, y la poesía
es el refugio que envidiamos.

Elegías y sátiras y cuatro poemas póstumos
de Kostas Karyotakis.
Trad. de Juan manuel Macías.
Pre-Textos 2018

martes, 18 de septiembre de 2018

Homenaje

Hay gente triste que cree que Neil Armstrong jamás pisó la luna.
Han apagado las Pléyades, y el luminoso de la farmacia.
La noche quedó aparcada en medio de la noche.
El despertador insiste en su insidiosa tijera (va armando un collage con pedacitos de vida).
Yo estoy despierto. Y
mis gatos no duermen solos.

martes, 11 de septiembre de 2018

Planos

Con dos decenios ya casi cumplidos del siglo XXI, aún hay gente que sostiene que la Tierra es plana. Y no, no están en ninguna tribu perdida del Amazonas, sino en este llamado primer mundo, civilización de los aifons y demás regalos de los dioses. Incluso hay grupos organizados en las redes sociales, donde, por otra parte, toda gilipollez es alada. La ignorancia de nuestros antepasados, al menos, tenía un punto de legítima. Pero estos jóvenes (o no tan jóvenes) burgueses de ahora, que han crecido saturados y hastiados de información, parecen abrazar cualquier superchería como una novedad excéntrica, un esnobismo más. Nuestros lejanos ancestros creían en un mundo plano, pero al menos poblaban las tierras más extremas e incógnitas de dragones y demás portentos. Los entusiastas medio crédulos de hogaño se contentan con levantar toda una trama conspiratoria, y afirman que la comunidad científica, los gobiernos y la NASA ocultan a las masas la terrible verdad de la planicie terrestre. A saber con qué fin, como no sea el de fortalecer el poderoso lobby de los fabricantes de globos terráqueos. El profético Wells no se equivocaba con su Máquina del tiempo: está abonado el terreno para los Eloi. Mientras, los Morlock trabajan sin descanso en el subsuelo, fabricando aifons y demás regalos.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Segalá

Traducir la Ilíada o la Odisea al español supone, queramos o no, entablar un diálogo inagotable con Luis Segalá y Estalella. Si traducir literatura es lo mismo que crear literatura en la lengua mal llamada «de llegada», entonces el gran helenista catalán no sólo hizo eso, sino también poner en marcha una tradición a la que no tendrá más remedio que adherirse todo traductor de Homero que se precie. No negaré que con don Luis acabaremos también sosteniendo muchos pulsos, pero no habrá tensión ni malos modos. Antes bien, serán contiendas amistosas, cordiales y, sobre todo, divertidas a la par que enriquecedoras. No podría ser de otra forma, si en aquellas versiones suyas, eternamente reeditadas por Austral, resonará siempre el eco de nuestras primeras lecturas adolescentes de Homero. En esa prosa torrencial que revive los viejos hexámetros. Muchas veces excesiva, sí, pero jamás enferma de artificio ni de la soez (por hueca) ampulosidad. Se ensancha con toda justicia porque ancho es el mar, y como él, puede darse a algún que otro capricho en brazos del azar y de las olas. Genuina la voz y auténtico el entusiasmo. Sólo así podemos hallar tantas alhajas, algunas dueñas de una belleza casi alucinatoria. Cómo no recordar, por ejemplo, ese «yelmo de tremolante penacho». Pero hay uno de esos diamantes que me fascina especialmente. En un pasaje de la Odisea, Proteo (u Homero: tanto da) le dice a Menelao sobre Egisto que iba (literalmente traducido) «maquinando cosas indignas». No es otro el significado del sintagma homérico ἀεικέα μερμηρίζων. Pero he aquí que Segalá se lanza a una de sus cabriolas de pura fe, y entonces Egisto lo que iba era «revolviendo en su ánimo indignas tramoyas». ¿No es hermoso de verdad? ¿No dan ganas de paladear cada palabra para después salir corriendo monte abajo entre alaridos de júbilo, agitando las manos y arrancándose a jirones la ropa?

Volviendo del mundo Homérico a este otro más plano y gris, quién sabe qué indignas tramoyas se estarán revolviendo también aquí ahora, y en qué ánimos o en qué cabezas. Mejor no averiguarlo y recrearse con los dones de esta preciosa tarde, prematuramente otoñal. Y releer bajo esa luz, si apetece, algún pasaje de don Luis.