jueves, 30 de octubre de 2008

Novedades de DVD Ediciones.com

La editorial renueva sus hojas en otoño. Dos novedades, dos poemarios:

--- El fósforo astillado, de Juan Andrés García Román, flamante premio Hermanos Argensola 2008

--- Hilo de nadie, de Lorenzo Oliván.

Un texto de Sergio Gaspar sobre el premio nacional de poesía 2008.

Pero no se pierdan tampoco estas dos crónicas mexicanas de Julio Espinosa Guerra, ni la última firma invitada de Álex Chico, ni la anterior, de Juan Salido-Vico.

Las lecturas de verano de Sergio Gaspar y el abajo firmante, como ya dije días atrás, ocupan la nueva sección El camión de la basura azul. Es más divertido leerlas ahora, con estos fríos.

Pronto, muy pronto, abriremos la sección de Monstruos en su laberinto. ¿Quién será nuestro primer monstruo? Hasta aquí puedo leer. De momento, les dejo con otro monstruo, versionando a Bertolt Brecht. Buen fin de semana, y no se me constipen. Yo me iré a buscar setas con el fantasma de Don Juan Tenorio, huyendo de mis vecinos disfrazados.

Boomp3.com

lunes, 27 de octubre de 2008

Starless (King Crimson)

Esta canción se puede narrar como una leyenda. Arranca el melotrón sus sones de órgano en conserva, añorantemente analógico. No tardan los leves repiques del más delicado y salvaje de los baterías, Bill Bruford, el único mortal que es capaz de percutir en las alas de una mariposa y acariciar un trueno. Y se suma la frase repetida una y otra vez por las seis cuerdas maniáticas y soñadoras de Robert Fripp. Luego, claro, la voz doliente, grave, de John Wetton, insistiendo en que no hay estrellas, embozada en el saxo transparente de Mel Collins. Uno de los mejores momentos del rey carmesí, destilando sus más logradas mieles, pero con ese punto de amargor que tanto nos gusta a los crimsonianos confesos, esa larga coda instrumental que es una perfecta orgía del jazz más libre y ese algo más que sólo sabe hacer Fripp. Donde los instrumentos acaban perdiendo las formas, pero en detrimento de otras. Porque una orgía con King Crimson es siempre organizada y racional, como debe ser.

Sin estrellas y biblia negra, cuando comienza a llover...



lunes, 13 de octubre de 2008

De arte poetica (fragmentos)

A veces suelo recuperar carpetas de traducciones que emprendí con mucho entusiasmo y dejé inacabadas. Una de ellas es el Arte poética de Horacio, la famosa epístola a los Pisones. Año tras año dejo incumplida la promesa de terminarla de traducir. Mi excusa, del todo injusta, suele consistir en la sospecha de que Horacio vertió sus mejores vinos en los primeros versos, y luego le salió un poema demasiado largo para mi gusto. Pero esto me consuela muy raras veces. Por si acaso a ustedes le consuela, aquí dejo unos fragmentos. Hay otra excusa secundaria, por cierto, que suele asumir los visos de una captatio benevolentiae: ¿qué demonios hace un helenista traduciendo a Horacio?...

***

A los más de los poetas, padres y jóvenes dignos de padre,
nos confunde la imagen del bien. Lucho en ser breve,
me hago oscuro; el que busca lo sutil extravía
nervio y aliento; se infla quien va tras lo sublime;
por tierra el muy prudente repta, y el que huye al trueno;
quien quiere una variante prodigiosa dibuja
un delfín en los bosques y un jabalí en las olas.
Evitar un pecado conduce al vicio cuando falta el arte.

***
Del orden la virtud y la gracia son éstas, si no fallo:
que se diga puntual cuanto deba decirse,
y lo más se postergue, y se omita entre tanto;
quiera esto, desprecie lo otro aquél que prometió un poema.

***

Aun siendo fino y cauto trenzando las palabras
dirás cosas brillantes si un vocablo sabido
se torna nuevo en recia coyuntura. Si acaso
hay que usar nuevos signos para aclarar conceptos, y labrar
voces nunca escuchadas por los cetegos de anticuadas ropas,
asumida la audacia, se aplicará discreta.
Y harán fe las palabras recién hechas si manan
de fuente griega y no vienen muy volteadas.
¿Qué le dará un romano a Cecilio y a Plauto, arrebatado
de Virgilio y de Vario? ¿Por qué he de ser mal visto
si mi obra gana un poco, cuando la lengua de Catón y Enio
enriqueció nuestro habla y aplicó nuevos nombres a las cosas?
Siempre fue y será lícito producir un término
marcado con el signo de su época.
Cual el bosque en otoño muda sus ho jas, y caen las primeras,
así de las palabras muere la vieja edad, y la reciente
florece y cobra fuerzas al modo de los jóvenes.
Nosotros y lo nuestro nos debemos a la muerte. Ya sea
que un Neptuno terreno libre —regia tarea— de los nortes
a las naves, o una infecunda charca, donde hincaban remos,
nutra vecinas urbes y haga sitio al arado,
o cambie el curso un río hostil a la cosecha,
instruido en mejor senda, mortales gestas han de perecer.
Con más razón quedarán las palabras, su vigencia y su aprecio.
Muchos vocablos muertos renacerán, y otros
que ahora están en vigor caerán, si quiere el uso
que es árbitro, derecho y norma del decir.

***

Dio la Musa a la lira referir de los dioses y sus hijos,
del púgil victorioso, del caballo que gana en la carrera,
del desvelo del joven, del vino de los libres.

***

Si no puedo ni sé conservar el correcto encadenado
y el tono de mis obras, ¿me llamarán poeta?
¿Preferiré, por torpe pundonor, ignorar a aprender?

jueves, 9 de octubre de 2008

So-fo-nis-ba

La palabra Sofonisba es una caja de música dejada entre los primeros límites de octubre, un juguete huérfano en un paisaje irremediablemente adulto, un pequeño tesoro sin mapa. A saber cuánta lluvia tendrá encima. Y sin embargo, tras abrirla, descubrimos que ni la humedad ni el desamparo han logrado mermar del todo la fe de sus resortes. La melodía, sí, es algo más lenta ahora, un poco más oscura, pero en su esfuerzo lucha por saber sonar como la primera vez, cuando ni siquiera se lo pedíamos. Tres notas danzarinas y una cuarta inesperada, discordante, rara, final. He ahí el secreto. Una caricia sin cuidado que acaba en una pregunta de mil años. Y es que Sofonisba nos empezaba haciendo reír para dejarnos en silencio, perdidos de añoranza por cosas que nunca podríamos ver, destrozados por un sordo placer de belleza y aniquilamiento, removiendo el presagio de que ambas cosas, al cabo, pudieran ser lo mismo.

¿Quién no termina el día con el mediocre equipaje de su voz, gastadísima de justificar y justificarse en cada intercambio? Lo ponemos junto a nuestra cama, dócilmente, con los zapatos de un día más y el cotidiano catálogo de remordimientos. Apagamos el último cigarrillo y envidiamos a los ángeles, tan puros que no necesitan hablar. Y es entonces, al borde del sueño, cuando queremos encontrar a Sofonisba, y que nos vuelva a fingir un poco de misterio, con el tacto y las primicias de un beso repentino. Sabemos muy bien dónde la habíamos dejado, quizás debajo de algunas páginas distraídas o en el torpe amago de unos versos que se tendrían que suicidar de tan ingeniosos. Pero queremos tener a Sofonisba una vez más, como si fuera la primera vez, y pedirle que nos cante, sin la servidumbre de decirnos nada, sin la obligación de que lo hagamos nosotros. ¿Dije que era una caja de música? Ojalá. Qué ingenua coartada. No. La palabra Sofonisba es sólo una flauta de afilador y por eso es también su propia, inevitable melodía. Lo que ensombrece su compás, por tanto, no es la lluvia ni el otoño. Ni tampoco el vértigo del tiempo. Ni todos los que la han tenido ya en sus labios. Es la cruel certidumbre de nuestros pulmones o la pobre calidad de nuestro aire.

lunes, 6 de octubre de 2008

Las doncellas

Sabático torrente de caderas,
labios, senos, sandalias: es la vena
dulce de Venus. Miel y cabelleras
bajo la noche que se agita y suena.
Y queda un parloteo en las aceras.
Y queda un haz de farolas en pena.
Polvo fugaz del mundo. Carcajada
hacia el domingo, el lunes y la nada.


(De Azul de enero, 2003)

jueves, 2 de octubre de 2008

El ritmo (Arquíloco de Paros)

Alma, alma agitada en penas sin remedio,
levántate y rechaza al enemigo;
oponle el pecho y firme aguanta su emboscada.
Y ni, al vencer, presumas largamente,
ni, vencida, te hundas en tu casa quejándote.
Ríe las dichas, llora los males, sin excesos:
comprende el ritmo que sujeta al hombre.

(Trad. Juan Manuel Macías)

(Nota: esta traducción mía de Arquíloco ya la puse en mi anterior bitácora. Pero es que este poema siempre me tranquiliza, como me tranquilizó en su momento traducirlo.)