sábado, 30 de diciembre de 2017

Ítaca



ÍTACA


Cuando salgas hacia Ítaca
ruega por que el camino sea largo,
lleno de peripecias y descubrimientos.
A lestrigones y a cíclopes,
o al iracundo Poseidón no temas.
No encontrarás tal cosa en tu camino
si alto es tu pensamiento, y refinada
la emoción que toque tu espíritu y tu cuerpo.
A lestrigones y a cíclopes
o al fiero Poseidón no habrás de hallarlos
a no ser que los lleves en tu corazón,
mientras tu corazón no los ponga frente a ti.

Ruega por que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
cuando arribes --¡con qué placer y alegría!--
a puertos nunca vistos.
Detente en los mercados de Fenicia
y compra allí lindos artículos,
madreperla y coral, ámbar y ébano,
y toda clase de perfumes sensuales,
tantos perfumes sensuales como puedas;
acude a muchas ciudades egipcias
para aprender y aprender de los versados.

Ten siempre a Ítaca en la mente.
Llegar allí es tu destino.
Pero en ningún modo apresures el viaje.
Mejor dejar que dure muchos años,
para que llegues, viejo ya, a la isla,
rico con todo lo que has ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te dé riquezas.

Ítaca te dio un hermoso viaje,
si no es por ella no habrías emprendido el camino,
pero no te dará más.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no se ha burlado.
Así de sabio como te volviste, con tanta experiencia,
entenderás entonces qué querían decir las Ítacas.

Trad. de Juan Manuel Macías, Pre-Textos 2015)



***




Ιθάκη

Σα βγεις στον πηγαιμό για την Ιθάκη,
να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος,
γεμάτος περιπέτειες, γεμάτος γνώσεις.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον θυμωμένο Ποσειδώνα μη φοβάσαι,
τέτοια στον δρόμο σου ποτέ σου δεν θα βρεις,
αν μέν’ η σκέψις σου υψηλή, αν εκλεκτή
συγκίνησις το πνεύμα και το σώμα σου αγγίζει.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον άγριο Ποσειδώνα δεν θα συναντήσεις,
αν δεν τους κουβανείς μες στην ψυχή σου,
αν η ψυχή σου δεν τους στήνει εμπρός σου.

Να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος.
Πολλά τα καλοκαιρινά πρωιά να είναι
που με τι ευχαρίστησι, με τι χαρά
θα μπαίνεις σε λιμένας πρωτοειδωμένους·
να σταματήσεις σ’ εμπορεία Φοινικικά,
και τες καλές πραγμάτειες ν’ αποκτήσεις,
σεντέφια και κοράλλια, κεχριμπάρια κ’ έβενους,
και ηδονικά μυρωδικά κάθε λογής,
όσο μπορείς πιο άφθονα ηδονικά μυρωδικά·
σε πόλεις Aιγυπτιακές πολλές να πας,
να μάθεις και να μάθεις απ’ τους σπουδασμένους.

Πάντα στον νου σου νάχεις την Ιθάκη.
Το φθάσιμον εκεί είν’ ο προορισμός σου.
Aλλά μη βιάζεις το ταξείδι διόλου.
Καλλίτερα χρόνια πολλά να διαρκέσει·
και γέρος πια ν’ αράξεις στο νησί,
πλούσιος με όσα κέρδισες στον δρόμο,
μη προσδοκώντας πλούτη να σε δώσει η Ιθάκη.

Η Ιθάκη σ’ έδωσε τ’ ωραίο ταξείδι.
Χωρίς αυτήν δεν θάβγαινες στον δρόμο.
Άλλα δεν έχει να σε δώσει πια.

Κι αν πτωχική την βρεις, η Ιθάκη δεν σε γέλασε.
Έτσι σοφός που έγινες, με τόση πείρα,
ήδη θα το κατάλαβες η Ιθάκες τι σημαίνουν.


martes, 5 de diciembre de 2017

GRAN FIESTA EN LA CASA DE SOSIBIO (CP Cavafis)

Bella ha sido mi tarde, muy bella.
El remo roza dulcemente, acaricia

con suavidad el liso mar de Alejandría.
Conviene un descanso así: son pesadas las fatigas.

Y mirar de tanto en tanto las cosas con inocencia, amables.
Pero ha anochecido, por desgracia. Bebí ya todo el vino,

no queda en la botella ni una gota.
Es hora de volver a otros asuntos, ay.

La renombrada casa (el ilustre Sosibio junto a su buena
esposa, digámoslo así) nos invitan a su fiesta.

Debemos marchar de nuevo a las intrigas,
retomar otra vez la tediosa política.

(De CP Cavafis, Poesía completa
Trad. de Juan Manuel Macías, Pre-Textos 2015)

lunes, 4 de diciembre de 2017

Inevitables lunas

 (Para Emilio Nieto Ballester)

El diccionario etimológico de la lengua latina de Alfred Ernout y Antoine Meillet fue un libraco que me hizo mucha compañía en la carrera. El Ernout-Meillet, lo llamábamos, ya con la confianza que impone el gremialismo. Si lo abría en la biblioteca, en aquellos tiempos en que litigábamos por ver quién se descolgaba con el volumen más temerario, nunca dejaba de maravillarme. Los ojos querían pasear entre los pilares de esa rectilínea tipografía didot, tan racional y francesa, veladora, sin un resquicio para elucubrar, sin la sensualidad de las curvas que poblaban las letras renacentistas, sin un solo regazo para la fe. Ah, y las lenguas y dialectos a los que hacía referencia: antiguo indio, iranio, avéstico, osco, umbro, eslavo, gótico... pero todas citadas en francés, que era más chic. Era consultar el Ernout-Meillet cinco minutos y uno salía de esas páginas con las ínfulas de ser un experto comparativista.

Yo nunca quise desprenderme de esa grata sensación y, cuando pude permitírmelo, me compré un ejemplar del Ernout-Meillet para mi disfrute personal. Acabó sin remedio en la dulce anarquía de mi mesilla de noche. Y algunas veces recurro a él en mis insomnios, como el niño que quiere que le lean un cuento y no tiene a nadie que se lo lea. ¿Es una enfermedad? No sé. Al menos, el subtítulo del volumen tranquiliza un poco mi conciencia: «Histoire des mots», histora de las palabras. Lo abro al azar, como las mil y una noches, con la certeza de que cada palabra tiene una historia. La etimología, no lo olvidemos, es una ficción. O un símbolo, como la máquina del tiempo. Pero a mí me gusta dejarme acunar por mis Sherezades de cabecera que son esos dos notables lingüistas franceses con corbata o pajarita.

La otra noche, al abrirlo, me encuentro con la entrada Luna,-ae. Ya me la sabía, pero los cuentos, aunque sabidos, uno quiere volver a escucharlos. Y me dejo. Luna, es la sustantivación de un antiguo adjetivo femenino. Sería algo así como «la luminosa». Las palabras, es bueno recordarlo, no dejan de ser metáforas que han viajado mucho. Decir "la luminosa" es como no querer o no poder nombrar a la luna directamente, o como querer acariciar y atesorar ese nombre secreto. La raíz indoeuropea es *leuk- o *louk-. También se encuentra presente en el griego selene (Safo, lesbia, diría selanna) o en el latín lucus. Y en lunaticus.

Cierro el libro. Pienso, durante esa porción de la noche, en mi hipotético lejano ancestro con asterisco en la voz que una vez dijo, levantando la cabeza en otro insomnio mucho más puro que el mío, «la luminosa», y se quedó tan a gusto. Y le doy las gracias. Llevo media vida huyendo de la luna. La luna, en poesía, ha sido tantas veces una mera quincalla, un ornamento vano, un naipe sucio de ilusionista de feria. Y eso, sin duda, va labrando unos prejuicios muy insanos.

Y los prejuicios escarban, lentamente, ese confortable agujero de razón y cautela, donde la luna ni nos rozará. Pero a media humanidad le duele la luna cíclicamente. Y sabemos, en el fondo, que es inútil esconderse y que de nada sirve arañar una noche más terrible y más oscura dentro de la noche, porque ella, la luminosa, con su palmaria feminidad, nos acabará encontrando, incluso entre las severas murallas de una tipografía racional.

(De Sucede en la voz de otros, Isla de Siltolá 2015)