miércoles, 30 de diciembre de 2015

Más ecos de Cavafis



Para ir despidiendo el año. Mi agradecimiento al crítico y escritor Juan Ángel Juristo, que incluye nuestra Poesía completa de Cavafis (Pre-Textos) entre los diez mejores libros de ficción del 2015. Un buen homenaje a un poeta tan fronterizo como el alejandrino. Aquí el enlace:

http://www.cuartopoder.es/detrasdelsol/los-mejores-libros-de-ficcion-de-2015/7269

También ilusiona encontrar el libro entre los títulos de poesía destacados del 2015 en esta crónica que firma para el ABC Cultural Álvaro de la Rica Aranguren, junto a títulos tan esenciales como "Que concierne" de Julieta Valero o "Los allanadores" de Carlos Pardo:

http://www.abc.es/cultura/cultural/abci-versos-paso-adelante-201512182001_noticia.html


miércoles, 23 de diciembre de 2015

sábado, 19 de diciembre de 2015

Asomarse

Asomarse al poema como quien se asoma al agua antigua de un pozo, donde nuestro rostro nos mira con una adivinanza.

viernes, 18 de diciembre de 2015

La Poesía completa de Cavafis entre las recomendaciones navideñas de "Encuentros de lecturas"

Mi gracias, de nuevo, a Santos Domínguez Ramos. Un honor.

http://encuentrosconlasletras.blogspot.com.es/2015/12/navidades-de-libro-poesia.html?spref=fb

Lo de menos era la Fuerza




Igual me toca desdecirme en unos días, pero entre esta fiebre de precuelas, secuelas y universos expandidos, sigo siendo fiel a la trilogía "original". No quiero que me expandan más ese universo. Allí me enamoré de la princesa Leia. Pensaba que era el único y atesoraba sus cromos en secreto. Pero no, ninguno lo confesábamos, cobardes, y tal vez por eso sus cromos eran dificilísimos de encontrar. Pienso en mi generación de chiflados, con un pie en la infancia y otro en una galaxia muy lejana, y me viene muy oportuno un hermoso verso de Julieta Valero: "todos teníamos que amarte, pero sólo yo permanecí".

martes, 15 de diciembre de 2015

Un poema de Jordi Doce

LLAMADA

¿Quién llama en el silencio de la tarde?
¿Son las horas, tal vez, al resbalar
sobre tu cuerpo como el agua,
como el agua que anhelas y te anhela
bajo el oscuro nudo de la luz?
¿O es acaso esa luz, que se debate
en el aire inflamado,
en el aire sin pulso ni reflejo que humea?
No, te equivocas.
Es tu cuerpo, el latido de tu cuerpo,
tan cerca de su centro
que la vida lo ofusca,
como el arco y la diana
son uno y se confunden
tras la mano de sangre, tras el golpe de sangre
con que el asombro se dispara:
esplendor del suceso
                                           que eres a cada instante.


Jordi Doce, Nada se pierde. Poemas escogidos. Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2015



domingo, 13 de diciembre de 2015

La Poesía completa de Cavafis en La estación azul de RNE

La Poesía completa de Cavafis (Pre-Textos) recomendada en "La estación azul" de RNE por Jesús Marchamalo. Y un bonus track que me ha encantado: el poema "Tumba de Lisias el gramático" leído en la preciosa voz (yo diría que hasta intemporal) de Javier Lostalé. Minuto 41:50, más o menos. ¡Mil gracias!

http://www.rtve.es/alacarta/audios/la-estacion-azul/estacion-azul-lecturas-para-regalar-13-12-15/3403662/

viernes, 11 de diciembre de 2015

El extraño caso de Gerardo y Diego



Asumir la ficción filológica del poeta implica el sostenimiento de una serie de creencias o supersticiones. Como pensar, por ejemplo, que cada poeta debe escribir los versos que se espera que escriba. Se le pide al poeta la sencillez del héroe, la representación en su drama de un papel elemental. Afortunadamente, pájaros tan libertarios como Gerardo Diego nos vienen a librar de estos vallados comunales donde el pueblo sueña o ensueña de la mano con el crítico erudito.

En efecto, cabría sospechar que un poeta que escribe estos versos:

Y crímenes de amor de inmenso amor
de sexo a sexo sangran generosamente
y manos multiplicadas manos rojas de asesinos
enjugan su delito
sobre las tapias que de pudor cierran los ojos

corre peligro de levantarle el saludo a quien escribe estos otros:

Regresa el pájaro a la jaula
abierta —se entiende— y teórica.
Y es grato renovar el aula
polvorienta de la retórica.

Lo que parece extraordinario es que ambos poetas cohabiten en el mismo cuerpo y firmen sus poemas con idéntico nombre.

Debemos exigirle petrarquismo a Petrarca, que Garcilaso sea inagotablemente Garcilaso, que nadie como Quevedo pueda ser Quevedo, o que Rubén Darío se erija en un incontestable compendio de sí mismo. Hubo filólogos alejandrinos que no le perdonaron a Homero una traición como la Odisea. Otros, empeñaron su vida por que la poesía de Safo fuera más sáfica que la propia Safo. En cambio, Gerardo Diego camina tranquilamente entre la tensión y la desconfianza de las trincheras con la sola defensa de su obra, una de las más poliédricas y brillantes de la poesía del siglo XX, y acaso fundamental para reencontrar o repensar la del XXI.

El cántabro fue un fervoroso defensor de la libertad creadora como un absoluto. «Hacemos lo que nos da la gana, y la gana es sagrada». La gana de volar lejos, de ensayar un saludable naufragio o de abrir caminos nunca transitados con el placer niño de quien pisa la nieve virgen, pero también la gana de volver a edificar un soneto (sí, un soneto más), un romance o unas liras. Porque ir contra corriente o dejarse llevar por el río de la tradición, cuando apetece, son dos enardecidos actos de voluntad. Siempre supo moverse por esos arrabales de entresueño donde la poesía encuentra su fe más que su ciencia. No fue nunca en pos de modas ni se dejó seducir por su propio, casi siempre brillante, preciso y sincero deambular teórico. Nunca supo encajar bien, por más que lo pudiera intentar, en el coro de ninguna escuela o secta poética.

La ficción filológica del poeta nos dicta que la poesía es una suerte de carrera, un ascender de méritos y de grados, una evolución lineal hacia el propio nombre del poeta, hacia la cima de su propia voz. Pero Gerardo Diego nos demuestra (o al menos así me lo parece) que la poesía es más bien algo que sucede de vez en cuando, que contrasta apasionados tumultos con silencios repentinos, un amor firme pero contradictorio que camina, vacila, quiebra y vuelve sobre sus pasos una y otra vez. La poesía es el laberinto, Teseo, el Minotauro y Ariadna, todo a un tiempo. No es un oficio sino algo fatal. Y no se ejecuta en otro taller que no sea la muerte.

La poesía puede adoptar mil formas en una sola época y en un solo poeta. Pero a Gerardo Diego no le hizo falta recurrir al heterónimo. Porque la voz de un poeta no es una estatua inmóvil en su gesto sino un interminable, cambiante, reversible tejido de ecos. Con igual hospitalidad e indulgencia acoge al autor adolescente, tardomodernista y algo cursi del Romancero de la novia, al deslumbrante (y muy consciente) forjador de imágenes de Manual de espumas, al exaltado sonetista de Alondra de verdad, al no menos exaltado, románico y romántico arquitecto de Ángeles de Compostela, al funambulista que reivindica a Góngora para mantener a salvo a Lope, al retratista, al legitimador de la poesía de circunstancia, al inquietante músico de Biografía incompleta y al teórico de la poesía que intenta poner algo de orden entre todos y entre sí mismo. Firmó sin miedo y con honestidad cada poema porque la firma, al cabo, es irrelevante y el poeta (no lo olvidemos) es una ficción.



[de Sucede en la voz de otros, Isla de Siltolá, 2015]

domingo, 6 de diciembre de 2015

Un poema de "Cantigas y cárceles"

JUGUETE

¿Quién deshoja las tímidas alcobas,
la bandera del cielo de la infancia?
Rito lustral, estela de ignorancia,
¿en qué jardín o frente acechas, robas

con tu inferior escrúpulo de escobas
la luz vencida, el aire, la sustancia?
¿Por cuál rincón perdido de la estancia
gira un ángel de burlas y de trovas?

¿En qué cabal tesoro, fiel custodia,
duele la angina, el cuidadoso beso,
mi juguete estrellado al fin del día?

Desmontas el recuerdo a su prosodia
plana y perfecta, y sólo dejas eso:
el artefacto y la melancolía.

De Cantigas y cárceles, Isla de Siltolá, 2011



martes, 1 de diciembre de 2015

Esa serpiente

No veo la poesía como un género, ni como prosa o verso, sino como esa serpiente --difícil, escurridiza-- que vive entre géneros y vallados.