***
A los más de los poetas, padres y jóvenes dignos de padre,
nos confunde la imagen del bien. Lucho en ser breve,
me hago oscuro; el que busca lo sutil extravía
nervio y aliento; se infla quien va tras lo sublime;
por tierra el muy prudente repta, y el que huye al trueno;
quien quiere una variante prodigiosa dibuja
un delfín en los bosques y un jabalí en las olas.
Evitar un pecado conduce al vicio cuando falta el arte.
***
Del orden la virtud y la gracia son éstas, si no fallo:
que se diga puntual cuanto deba decirse,
y lo más se postergue, y se omita entre tanto;
quiera esto, desprecie lo otro aquél que prometió un poema.
***
Aun siendo fino y cauto trenzando las palabras
dirás cosas brillantes si un vocablo sabido
se torna nuevo en recia coyuntura. Si acaso
hay que usar nuevos signos para aclarar conceptos, y labrar
voces nunca escuchadas por los cetegos de anticuadas ropas,
asumida la audacia, se aplicará discreta.
Y harán fe las palabras recién hechas si manan
de fuente griega y no vienen muy volteadas.
¿Qué le dará un romano a Cecilio y a Plauto, arrebatado
de Virgilio y de Vario? ¿Por qué he de ser mal visto
si mi obra gana un poco, cuando la lengua de Catón y Enio
enriqueció nuestro habla y aplicó nuevos nombres a las cosas?
Siempre fue y será lícito producir un término
marcado con el signo de su época.
Cual el bosque en otoño muda sus ho jas, y caen las primeras,
así de las palabras muere la vieja edad, y la reciente
florece y cobra fuerzas al modo de los jóvenes.
Nosotros y lo nuestro nos debemos a la muerte. Ya sea
que un Neptuno terreno libre —regia tarea— de los nortes
a las naves, o una infecunda charca, donde hincaban remos,
nutra vecinas urbes y haga sitio al arado,
o cambie el curso un río hostil a la cosecha,
instruido en mejor senda, mortales gestas han de perecer.
Con más razón quedarán las palabras, su vigencia y su aprecio.
Muchos vocablos muertos renacerán, y otros
que ahora están en vigor caerán, si quiere el uso
que es árbitro, derecho y norma del decir.
***
Dio la Musa a la lira referir de los dioses y sus hijos,
del púgil victorioso, del caballo que gana en la carrera,
del desvelo del joven, del vino de los libres.
***
Si no puedo ni sé conservar el correcto encadenado
y el tono de mis obras, ¿me llamarán poeta?
¿Preferiré, por torpe pundonor, ignorar a aprender?
A los más de los poetas, padres y jóvenes dignos de padre,
nos confunde la imagen del bien. Lucho en ser breve,
me hago oscuro; el que busca lo sutil extravía
nervio y aliento; se infla quien va tras lo sublime;
por tierra el muy prudente repta, y el que huye al trueno;
quien quiere una variante prodigiosa dibuja
un delfín en los bosques y un jabalí en las olas.
Evitar un pecado conduce al vicio cuando falta el arte.
***
Del orden la virtud y la gracia son éstas, si no fallo:
que se diga puntual cuanto deba decirse,
y lo más se postergue, y se omita entre tanto;
quiera esto, desprecie lo otro aquél que prometió un poema.
***
Aun siendo fino y cauto trenzando las palabras
dirás cosas brillantes si un vocablo sabido
se torna nuevo en recia coyuntura. Si acaso
hay que usar nuevos signos para aclarar conceptos, y labrar
voces nunca escuchadas por los cetegos de anticuadas ropas,
asumida la audacia, se aplicará discreta.
Y harán fe las palabras recién hechas si manan
de fuente griega y no vienen muy volteadas.
¿Qué le dará un romano a Cecilio y a Plauto, arrebatado
de Virgilio y de Vario? ¿Por qué he de ser mal visto
si mi obra gana un poco, cuando la lengua de Catón y Enio
enriqueció nuestro habla y aplicó nuevos nombres a las cosas?
Siempre fue y será lícito producir un término
marcado con el signo de su época.
Cual el bosque en otoño muda sus ho jas, y caen las primeras,
así de las palabras muere la vieja edad, y la reciente
florece y cobra fuerzas al modo de los jóvenes.
Nosotros y lo nuestro nos debemos a la muerte. Ya sea
que un Neptuno terreno libre —regia tarea— de los nortes
a las naves, o una infecunda charca, donde hincaban remos,
nutra vecinas urbes y haga sitio al arado,
o cambie el curso un río hostil a la cosecha,
instruido en mejor senda, mortales gestas han de perecer.
Con más razón quedarán las palabras, su vigencia y su aprecio.
Muchos vocablos muertos renacerán, y otros
que ahora están en vigor caerán, si quiere el uso
que es árbitro, derecho y norma del decir.
***
Dio la Musa a la lira referir de los dioses y sus hijos,
del púgil victorioso, del caballo que gana en la carrera,
del desvelo del joven, del vino de los libres.
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Si no puedo ni sé conservar el correcto encadenado
y el tono de mis obras, ¿me llamarán poeta?
¿Preferiré, por torpe pundonor, ignorar a aprender?