jueves, 25 de septiembre de 2008

Fábula

Vendimiadores sonámbulos
arrancaban de tu almohada
racimos de estrellas negras
entre los limos del alba.
Siglos de bronce encendido
en tu espalda naufragaban,
dejando una estela trunca
de paisajes y batallas.
Pero el sol siempre tenía
un acordeón de algas,
y un cofrecillo la luna
lleno de escaleras falsas.
Eran las noches en corro
para dormir en las páginas
enfermas de mariposas
que oreaban las terrazas;
para caer en las dunas
nómadas y deslumbradas
hacia el azul de tu vientre,
bajo una cítara amarga.
Si en un país muy lejano
algún tirano ordenaba
que degollaran las nubes,
tú caminabas descalza
por un páramo de cuervos
y un río escrito con lágrimas.
Yo sé que había caminos
enroscados a tu lámpara,
caminos de tardes rojas
donde las viejas rezaban,
caminos como serpientes
que frecuentan la añoranza.
Y un deambular sin destino,
y un olor a herrumbre y grama
que traía el mundo en torno
traspasado de campanas.

Segadores sin oriente
en tu perfil se mataban
con un lamento de aire
y un murmullo de guadañas.
Tú dormías sin remedio
tu largo sueño de atlas,
diseminada, infinita,
de pura noche labrada,
desveladora de espacios
hacia los limos del alba.