La noche de Sietepicos
se multiplica en cristales.
Esbelta noche esculpida
con su vigilia de alfanjes
en ángeles de granito
soñando en transparentarse.
Lento caudal de silencio
bajo los lentos umbrales.
Sietepicos en el cielo,
y el corazón en las calles
solitarias, donde rielan
estrellas de fino talle.
Silencio afinado y limpio,
relente de otras edades;
afianzada osamenta
de algo antiguo, innombrable.
La noche de Sietepicos
son siete aristas cabales.
No hay mudanza en su vigilia
ni cesa aquí el oleaje.
Porfiadas por subir
a mi centro, y desbordarse,
las olas del corazón
quieren volar a esos márgenes,
quieren darse a las razones
de aquellas piedras que arden.
(La noche de Sietepicos
son siete anhelos del aire.)
Si pudiese el corazón
de sus foscos muladares
volar a esas viejas piedras,
y en sus perfiles quebrarse.
Si pudiese en sus perfiles
quebrar este torpe lance
de máscaras de artificio
y acometidas de nadie.
(De Cantigas y cárceles)