Este dolor tan dulce al contemplarte,
imagen muda, inmóvil fugitiva
de las horas (al tiempo que cautiva),
no sé de dónde viene, ni qué azar te
ha traído a trazar en esta parte
del mundo, en este cuarto, una ventana
donde, en tus ojos, la eterna fontana,
la fiebre por ser siempre y no acabarte.
Esta seda que araña, esta extrañeza
que es el hogar, no puedo describirla,
ni sé qué hechizo entre las sombras reza.
Es como un largo y silencioso grito
(una llamada acaso) es una esquirla
que se clava tiznada de infinito.
(De Azul de enero)