domingo, 5 de febrero de 2012

Caralibro suite (*)

La música quiere ser música. El teatro insiste en ser teatro. El cine está encantado de haberse conocido. Y ahora va la poesía y se acompleja de sí misma. A sus años.

El poema siempre elige su lector, como las ciudades siempre eligen sus turistas.

Lo importante no es que sean visibles los poetas, sino los poemas. Y, luego, ya se irá viendo.

Umbralgia: enfermedad crónica que se manifiesta con un deseo irrefrenable de hablar, única y exclusivamente, del libro propio.

La poesía no es de este mundo, pero a los poetas no hay dios que los eche de la república. Se pegan como lapas.

Qué alivio, no tener eso que llaman "una concepción de la poesía".

Se suele decir que la lengua (cada lengua) es la verdadera patria de los poetas. Y ahora pienso en cuánta verdad encierra un sintagma tan convencional como "lengua materna".

Cada x tiempo se pierde el sentido del humor, resurge la canción protesta y a Góngora se le arroja desde un altísimo compromiso.

Te han dicho muchas veces que, al traducir poesía, tú llevas la batuta. Tú eres el crítico, el merodeador, y te sientes seguro en tu rol de turista autosuficiente. Nadie te dijo que es el poeta y el poema que traduces quien realmente te está traduciendo a ti. Cuanto más lo mires, más te mira, y va sabiendo de ti más que tú mismo. Y nunca te sentiste tan vulnerable.

Traducir poesía se parece mucho a enseñarle a alguien una ciudad que te gusta (aunque no es donde vives). Lo curioso es cuando esa ciudad (que creías conocer algo) te acaba desorientando con calles raras que no aparecen en los mapas. Entonces compartes la perplejidad con tu interlocutor y te declaras feliz e irremediablemente perdido.

Me es indiferente que las poéticas convivan o no en paz. Las poéticas, excluyentes por naturaleza, no sirven para convivir. Como las lentejas, por mí que se peguen o se maten. Lo importante es tener paz con uno mismo y sus lecturas. Que me guste Gamoneda o Mesanza, Lorca o Bécquer, Aleixandre o Cavafis, y dormir con la conciencia tranquila.

No hay nada más tonto que la distribución de los poetas por autonomías.

Todos vivimos en el presente (creo), pero tampoco hay que ponerse estupendo por una cosa tan natural. Me preocupa un poco ese nacionalismo del present tense.

No me cuento entre quienes ven en el arte un código de comunicación. Sin embargo, levanta una piedra y te saldrán mil poetas ansiosos de expresar sus sentimientos. Las emociones, los sentimientos y el dolor de cabeza se padecen o se producen, pero no se comunican. A lo sumo la gente aspira a declarar que los tiene; pero eso al poema, que se debe justificar por sí solo, le es irrelevante.

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(*) Se me ocurrió componer este extravagante ¿poema? tras recoger y juntar algunos estados que fui dejando por Facebook, ese lugar donde (dijo alguien) el usuario es el producto.