(...)
Llegaron al canal. Era largo y recto y fresco, y reflejaba la noche.
--Siempre quise ver un marciano --dijo Michael--. ¿Dónde están, papá? Me lo prometiste.
--Ahí están --dijo papá, sentando a Michael en el hombro y señalando las aguas del canal.
Los marcianos estaban allí, en el canal, reflejados en el agua: Timothy y Michael y Robert y papá y mamá.
Los marcianos les devolvieron una larga mirada silenciosa desde el agua ondulada...
(Ray Bradbury, Crónicas marcianas, trad. de F. Abelenda, Minotauro)