lunes, 9 de marzo de 2009

Leixaprén

La más bella y misteriosa cantiga de amigo de Martín Códax siempre me pareció, sin duda, esa que empieza por el verso "Ay Deus, se sab' ora meu amigo". La leí por primera vez, aturdido, en la benemérita Lírica española de tipo popular de la gran filóloga mexicana Margit Frenk Alatorre. Sus dos últimos versos los usé tiempo depués como lema para un soneto mío que formó parte de mi libro Azul de enero. El soneto, a estas alturas, ya no tiene remedio, y para mayor desgracia no consiguió curarme de la enfermedad recurrente que siento por esta cantiga y por su enigmático sujeto. Y es que esa chica desconsolada que llora frente al mar de Vigo siempre me regresa intacta en su disgusto cuando la primavera, o algo parecido, amenaza con manifestarse. No puedo con ella, ni logro hacer que pare de llorar o de llover. Ni mucho menos pueden los eruditos, tan insensibles, que tienen un nombre para todo. Hablan de paralelismos y de leixaprén, como si todo eso la consolara a la pobre. Leixaprén, una palabra con cadencia de conjuro que designa el recurso retórico de usar los segundos versos de dos pareados al principio de las dos siguientes estrofas. Pero ese llanto va más allá de los voluntariosos quehaceres del taller del artesano. Es un llanto que nos sobrecoge de puro verdadero, y ahí reside la victoria y el talento del trovador gallego. Seis estrofas entreveradas por un estribillo obsesivo y descarnado. Y ese llanto circular y cerrado sobre sí mismo, sin ninguna esperanza que no sea el amigo que nunca vendrá, porque, como todo poema bien acabado, la cantiga es infinita. Y también nos demuestra que, en extrañas ocasiones, el arte también prefiere la simetría.

Pero la cantiga fue escrita, sobre todo, para ser cantada. La mejor versión que conozco es la del grupo australiano Sinfonye (sic). Es una versión que puede molestar a los puristas, de tan libre y apasionada. Así debe ser. Creo que Martín Códax estaría satisfecho de escuchar su desgarro galaico-portugués en esta voz de lejano acento y raro sabor de antípodas. Creo, por otra parte, que Martín Códax escribió un blues y nadie se lo dijo, ni siquiera los eruditos.

Ay Deus, se sab' ora meu amigo
com' eu senneira estou en Vigo!
E vou namorada.

Ay Deus, se sab' ora meu amado
com' eu en Vigo senneira manno!
E vou namorada.

Com' eu senneira estou en Vigo,
e nullas gardas non ei comigo!
E vou namorada.

Com' eu senneira en Vigo manno,
e nullas gardas migo non trago!
E vou namorada.

E nullas gardas non ei comigo,
ergas meus ollos que choran migo!
E vou namorada.

E nullas gardas migo non trago,
ergas meus ollos que choran ambos!
E vou namorada.