miércoles, 13 de junio de 2012
sin título
Escribo unas líneas improvisadas, para contar una historia que sólo he contado en privado, a unos pocos amigos. Creo que un día como hoy, un día triste de un triste mes de junio, es buen día para contarla a todos los que visitáis este humilde blog. Es muy simple y acaba pronto. Veréis. En algún lugar de la década de los 90 un servidor abandonó su doctorado (por razones que no vienen al caso) y comenzó a vagar como un Ulises cualquiera. Tras muchas zozobras, acabé trabajando haciendo pizzas en un restaurante italiano. Una época de mi vida de la que no me arrepiento en absoluto. Es más: mejoré considerablemente mis habilidades culinarias. Cuando abandoné mi doctorado, la única riqueza que me acompañaba era una pobre traducción de la poesía de Safo en la que había invertido unos cuantos años de mi vida, algún enamoramiento inútil y un sinfín de insomnios. Mi querido profesor de griego, Jesús de la Villa, me animó una y otra vez a que la moviera por editoriales, a pesar de que yo no tenía aval alguno ni currículum que me acompañase. Y la moví por editoriales, hasta que la fe fue mermando poco a poco. Aún hoy estoy esperando que alguna de esas editoriales me conteste. Salvo una. Lo recuerdo muy bien. Era una tarde del día de Nochebuena. Yo venía de hacer pizzas y me dirigía a mi casa en Cercedilla, a celebrar la Nochebuena con mi madre. Me sentía "acabado, solo y pobre", como en el soneto de Borges. Y me sonó el móvil. Era Sergio Gaspar, director de DVD Ediciones, que me llamaba interesándose por aquella traducción de Safo. Aun hoy, si pienso en aquella nochebuena, me vuelve la alegría. Aún en esta noche triste. Eso es todo lo que quería contaros ahora.