(Hará algo más de un año, Ati Solerti, magnífica poeta y traductora griega, me hizo una extensa entrevista, en griego, para la revista digital Vakxikon. Aquí va mi traducción de una parte de esa entrevista, sobre todo lo concerniente a traducción y poesía, por si pudiera interesar a algún lector español)
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Mantiene
el blog que lleva por título Las diosas y las nubes. ¿Qué
le inspiró tal nombre?
El nombre de mi blog me vino, casi sin querer, por un soneto de Gerardo
Diego (poeta del 27 al que admiro bastante), titulado Nubes sobre
el desierto. El poema habla de unas nubes solitarias que pasan,
como diosas, sobre el desierto desolado, extendiendo sus sombras
sobre la arena, en un espejo mutuo. Me di cuenta de que esta metáfora
de la fugacidad era también muy apropiada para algo tan efímero y
transitorio como lo son la internet y los blogs.
¿Cree
en la inspiración como algo divino?
Creo
en la inspiración, aun cuando usemos tal palabra para referirnos a
algo que no sabemos con certeza qué es o de dónde procede. Sobre
esta cuestión, recuerdo una ironía de Borges, donde afirmaba que
Homero creía en la Musa, mientras que hoy algunos creen en el
Inconsciente Colectivo, pero esto --decía-- es simplemente mudar de
mitología. La poesía vive en el misterio, y tan sólo podemos
hablar de ella en su propia lengua, que es el lenguaje del mito. La
Musa / Diosa a la que se invoca en el comienzo del poema homérico
pertenece al mito más extremo, el de la creación, y a mi juicio es
una manera maravillosa de simbolizar lo ajeno, lo incomprensible que
da lugar al poema. En mi experiencia personal, mucho más prosaica y
humilde, naturalmente, que la de Homero, puedo decir que no sé cómo
se crea un poema. Como escribí en otra ocasión, siempre llego
demasiado tarde a mis poemas.
¿Por
qué escribimos poesía?
Esa
es la gran pregunta, que me atormenta desde que escribí el primer
poema de mi vida, y creo que lo seguirá haciendo cada vez que acabe
un poema, incluso si creyera que tal poema habría de ser el último. Amo
la poesía, y mi relación con ella es, esencialmente, la propia de
un lector, el estado que da más satisfacción, y que otorga el don de admirar.
El poeta, como dije antes, se mueve en la esfera de la mitología.
Los poemas que queremos tienen un halo de eternidad, como si
renacieran en otras voces, las cuales forman parte de nuestra vida,
incluso también la propia voz que oímos cuando leemos. Esto, para
mí, es el amor a la poesía. Escribir poesía es una cosa diferente,
algunas veces implica dolor. Para mí, es un acto inevitable.
Es
usted filólogo, helenista, poeta y traductor. Ha dedicado gran parte
de su actividad literaria a la traducción de poesía griega. Desde
los poetas griegos de la antigüedad (Homero, Alcmán, Alceo, Safo,
etc.) hasta los contemporáneos (Cavafis, Karyotakis, Polydouri,
etc.). Cómo surgió ese gran amor y devoción a la lengua y
literatura griegas?
Mi
primer contacto con la lengua griega llegó en la universidad, cuando
estudiaba Filología Clásica. Fue, naturalmente, a través del
griego antiguo. Quedé fascinado desde el principio con todo lo que
concernía a esta lengua, desde la primera vez que vi las letras que
el profesor escribía en la pizarra. Me fascinó ir descubriendo los
diferentes dialectos y autores, y los misterios del Lineal B en las
tablillas micénicas. Pero cuando estudiábamos así la lengua
griega, olvidábamos que el griego antiguo es sólo un fotograma de
la película, parte de un continuo. No se puede disecar lo que está
vivo y se mueve, tal empresa es una quimera. La clasificación de la
lengua griega en antigua y moderna, como toda clasificación, es un
artificio. A mi parecer, debemos entrar en la lengua griega siempre
desde el presente.
El
himno al amor, a la naturaleza, a la belleza, está extendido en la
lírica griega arcaica. ¿Qué cree que contribuye a la
intemporalidad de esa poesía?
Uno
de los más grandes helenistas españoles, Manuel Fernández Galiano,
afirmó que Safo fue la inventora del amor para Occidente. Suena como
una gran verdad. Cada palabra de aquellos poetas, tan variopintos, se
muestra siempre como recién creada, apenas con el rocío del
amanecer. Todo es limpio y sincero, todo está vivo. Las muchachas
del partenio de Alcmán quieren estar allí, en esos versos, y seguir
cantando para siempre, frente a la fatiga de los filólogos
alejandrinos. Arquíloco de Paros dice una vez y otra vez que el
hombre es una sucesión de ritmos: alegrías y penas. Tal vez eso es
la melancolía... Y parece también que Safo responde a Fernández
Galiano, diciendo que lo más bello es lo que uno ama. Schopenhauer
se refería al «Mundo como voluntad y representación». Pero cuánto
mejor comprendemos a la diáfana Safo.
¿Advierte
un algo común entre la escritura de los poetas griegos antiguos y la
de los contemporáneos?
Frente
a la idea artificial de «historia de la literatura» como algo
lineal y progresivo, creo que los poetas de diferentes épocas en una
lengua entablan un diálogo interminable entre ellos, respondiéndose
el uno al otro. Dicho diálogo siempre se lleva a cabo en el aquí y
ahora del lector. La lengua griega es un tejido inmenso, como el de
Penélope. A lo lejos se escucha la voz de Homero, que es quien
inició el diálogo. Su voz, aunque distante, sigue estando presente,
como el rumor del mar al fondo.
¿Qué
dificultades conlleva el trabajo de un traductor? ¿Donde surgen esas
dificultades a las que se enfrenta?
En
primer lugar (y creo que aquí el consenso es lo suficientemente
amplio), pienso que la poesía es esencialmente intraducible. Podemos
traducir las ideas, pero no las palabras. Y, como dijo Mallarmé, la
poesía se hace con palabras, no con ideas. Este es el primer
problema, el más insalvable. Sin embargo, cuando hablamos de poesía,
debemos entender el término «traducción» con un sentido
incorrecto. De tal modo, la «traducción» de un poema no debe
juzgarse en base al poema original, en términos de «fidelidad»,
sino en base a la lengua de destino, conforme a la poesía. La
traducción de un poema debe leerse como un poema. Naturalmente, es
necesario que el traductor conozca la lengua del poema original, y su
entorno. Pero, ¿a qué llamamos "conocer"? El traductor es siempre un
viajero en tierra extraña, y su propia sorpresa será de lo que se
nutra su traducción.
¿Existe
algún secreto para una buena traducción?
Como
dije antes, creo que traducir poesía es otra forma de escribir
poesía. Aquí también entra en escena «la inspiración». Cada
poema, original o traducción, proviene siempre a partir de una
realidad intraducible. Pensamos que una lengua, sobre todo, es una
herramienta de comunicación, de tal manera que no hay problema para
nombrar las cosas. Pero el corazón del lenguaje humano es su
imprecisión, que es, aun tiempo, lo que lo condena y lo salva. Las
palabras son también poemas. Pondré un pequeño ejemplo. La palabra
griega «σελήνη» y la palabra latina «luna», provienen de un
antiguo adjetivo sustantivado indoeuropeo *leuks-na, que significa
«la luminosa». No podemos referirnos a las cosas directamente, sino
mediante una metáfora («la luminosa»). La lengua humana no sabe
nombrar las cosas. Y este silencio sólo se puede llenar con la
música de las palabras. Realmente, ignoro cuál es el secreto de una
buena traducción. Pero sospecho que una traducción o un poema
pueden venirse abajo en un segundo, por el sobrepeso de información
y un deseo excesivo de comunicar.
El
tono melancólico, la sensación de soledad, la dulce nostalgia por
la belleza de todo tiempo que ya se ha marchado, la inocencia
infantil, la esperanza en un sueño no cumplido, los sentimientos
indecibles a la luz del alba, son la delicada canción de su decir.
¿Cuánto de biográfico tiene su escritura?
Siempre
hay una experiencia vital previa, ya que no podemos crear un poema de
la nada. Esta experiencia vital puede ser una persona, un
sentimiento, un lugar, un pensamiento, un sueño, algo que hemos
leído, una pieza musical, una obsesión, un presagio... Pero la
traducción de todo esto no puede ser nunca literal. «El poeta es un
fingidor», dijo Pessoa. En realidad, el poema es el que crea al
poeta, no al contrario. La poesía es fantasía, mentira, pero una
mentira verdadera. El poema quiere ser real, como aquella experiencia
que nos emocionó. Y será real, cuando alguien le preste su voz de
nuevo.
Pasado
-- Presente -- Futuro: ¿qué le inspira más?
El
presente, por supuesto. Aunque el presente sea un sueño fugaz, como
nosotros mismos, es el lugar a donde pertenecemos. Pero no es
aconsejable que nos volvamos unos nacionalistas del presente. Habitar
el presente es tan sólo nuestro destino.