Trasteando con Stellarium, un software astronómico para Linux en tiempo real, descubro que las Pléyades andan ahora sobre mi cabeza, hacia el este, más o menos. Las Pléyades me recuerdan, cómo no, a Safo. Para ella eran tan cotidianas como para nosotros puede serlo el alumbrado público de las calles, y las vertía de sus ojos al verso como el que se sirve una copa. Veintisiete siglos después, me entero del paso de las Pléyades por un ordenador conectado a internet. Eso se llama decadencia.