sábado, 28 de abril de 2018

[Los pájaros sostienen la mañana...]

Los pájaros sostienen la mañana
con su tibio presagio. Los venimos oyendo,
desde siempre o desde nunca,
en la ventana imprevista donde acaba el invierno,
en la plaza inminente de todos los deshielos.

Suben y vuelan los pájaros, rubrican nuestros viajes hacia dónde;
en los hoteles deshilan su largo ovillo de promesas;
en la quimera encendida de las tardes dejan su vaga tinta
y se marchan, y se marchan los pájaros entre dudas como puntos suspensivos.

Lloramos pájaros.
Sangramos pájaros, incluso,
por ese latido, esa música, ese color simplemente libre, indescifrable,
mucho antes de que los primeros labios tristes se rindieran
y declararan confines como «alondra», «tórtola», «ruiseñor», «vencejo».

Y cuando la noche se lleva el mundo con sus pájaros
aún se estremece un pequeñísimo jirón de cielo
en nuestra leve frente enferma,
lo mismo que un fanal olvidado en las afueras,
donde el joven amor insiste otra vez en sus pájaros antiguos.


(De Emisarios, próximo poemario)