Hace unos días la sonda Fénix de la NASA se ha posado suavemente en algún lugar cercano al polo norte de Marte. Asumo que me arrebata un extraño placer cada vez que una sonda que cuesta varias hipotecas terrestres es capaz de posarse así de suave en Marte. Sin estridencias, sin llamar la atención, con un humilde paracaídas, unas discretas reacciones químicas y un mínimo de retropropulsión, produciendo no más que un pequeño desasosiego de arena roja en torno. La sonda ha empezado a mandar las primeras fotos del lugar, y pueden verlas en http://www.nasa.gov/mission_pages/phoenix/main. Pero no se esperen nada del otro mundo: piedras y más piedras, de todos los tamaños, y muchísimo terreno sin recalificar. El viejo Marte, siempre fiel a sí mismo. Por lo demás, el objetivo de la misión parece ser el de siempre: encontrar el ansiado organismo unicelular, la puñetera bacteria que libere de su antropológica soledad a unos cuantos millones de terrícolas.
¿Habrá vida en Marte? Parte de la solución del enigma la tiene Bowie.