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Melina Kaná es, de lejos, la mejor cantante griega. No hay una voz como la suya. Profundamente humana, con ese vibrato tan propio, inconfundible metal oscuro y nicotina. Es como si siempre estuviese acatarrada, hay algo de asma, de pasión por respirar, de querer seguir a toda costa dentro de la canción. Dice que canta con los ojos cerrados porque el céfiro llora dentro de ella. Le pide a Tamiris que se siente a su lado y le cuente de las alegrías y zozobras de los hombres...