DIAKOS
(pág. 87)
MAÑANA de abril.
Era un fulgor verde
la sonrisa del campo
con todos sus tréboles.
Besada en el relumbre
del alba, parecía
que hablaba dulcemente
la naturaleza.
Trinaban los pájaros,
volando
alto y más alto.
Y las flores aromaban.
Y él se decía perplejo:
«¿por qué morir?».
(pág. 87)
MAÑANA de abril.
Era un fulgor verde
la sonrisa del campo
con todos sus tréboles.
Besada en el relumbre
del alba, parecía
que hablaba dulcemente
la naturaleza.
Trinaban los pájaros,
volando
alto y más alto.
Y las flores aromaban.
Y él se decía perplejo:
«¿por qué morir?».
CRÍTICA
(pág.45)
ESTO no es ya canción, ni es un sonido
humano. Se le escucha llegar
como un postrero grito, en la noche profunda;
como el de alguien que ya ha muerto.
(pág.45)
ESTO no es ya canción, ni es un sonido
humano. Se le escucha llegar
como un postrero grito, en la noche profunda;
como el de alguien que ya ha muerto.